sábado, 1 de noviembre de 2008

¡Viva el Perú! ¿Qué es el Perú?


¡ Ya no hay amor a la patria, oiga usted!


El Perú de las mil culturas autóctonas, reflejados en los mil rostros a través de su territorio. El Perú del cóndor y el puma, perennizados por culturas ancestrales en estelas o mantos, en retratos o en dioses. El Perú compuesto a retazos por mantos paracas y piedras angulares.

El Perú del Inca y su majestuoso encanto que desciende desde el sol hasta las faldas de las montañas, bordeados por hermosas collas virginales y guerreras. Este misno Perú, que antes no fue Perú y podía contar más cantares que las epoeyas, que se volvía contra la misma majestad divina, pero que sufrió los embates del fuego y la cruz. El Perú de González Prada y Vallejo, en las horas de lucha incansable que construían piedra sobre piedra, los cimientos de un nuevo peblo.

El Perú guerrero e indómito, rebelde y pujante. El Perú de las danzas y los combates a las orillas del mar o en las altas punas silbando algún estribillo congelado de rabia y pujanza. El Perú de los misterios y paisajes encantados. El Perú de las tapadas limeñas de antaño, con su garbo y elegancia y las destapadas de hoy, con sus movimientos de caderas y sus pasos al andar (y claro con los piercing umbilicales) .

El Perú de las alamedas y los puentecitos, de los callejones y quintas vecinales. Nuestro Perú del anticucho ´e corazón y los picarones riquísimos caserita. Del arroz con leche o el chuño saladito, del mote y su queso, del tacacho con su cecina y del arroz chaufa, del combinadito a china nomás, del cevichito pues compadrito, que con su cervecita va mejor, ¿si o no varón?

El Perú de los pregoneros de plazas y parques en revoluciones calientes y zambitos en arroz. El Perú de los ambulantes en jirones y avenidas, a la vuelta del mercado o invadiendo la acera. El Perú de las combis todo Tacna-Wilson ¡habla vas! y las esquinas del puñal y el celular robado si te descuidas. El Perú de todas las sangres y los colores, de todos los olores y los sabores. Ese es mi Perú.

Eso es el Perú. Sus ríos embravecidos y sus cordilleras inmarcesibles. El Perú histórico que posee riquezas a borbotones. El Perú que ha sido golpeado por tiranos de toda laya, lobos vestidos de corderos, con disfraces opulentos o con botas militares. El Perú humillado y vejado, pero que siempre ha sabido reponerse.


El Perú de los Quispe y los Mamani, de los Condori y los Huamán. El Perú mestizo sin raza alguna. El Perú saqueado por forasteros que en nombre de una cruz occidental, arrasaron nuestras fortalezas y hoy, más de 500 años, siguen tratando de llevarse lo que queda del botín, con siglas que poco o nada significan (FMI, BM, TLC, APEC, OMC).

El Perú que es su gente serrana o selvática, que emprende el viaje a la provincia limeña. El Perú que viaja en los terminales de buses informales hasta algún barranco de la muerte o se topa con las vías bloqueadas, desesperadas, angustiantes, justas, libérrimas. El Perú que no prevé los riesgos sino el precio más barato (con esto de la gasolina y el costo de vida, mejor ahorrarse alguito).

Aún así, el Perú del Amazonas y las jancas cordilleras, de la flora y fauna, propios del Edén de las fábulas. El Perú en desarrollo que un día crecerá y aplastará a sus verdugos con fajines presidenciales y carteras ministeriales. El Perú de las mil formas que se extiende hasta el infinito mientras se tenga esperanzas.

Ahora que ya sé que es el Perú, me inflamo el pecho, tomo mi copa y a voz en cuello, medito sobre este pedazo de tierra al que llaman Perú. Este pedazo de tierra que nunca debió de desprenderse del resto, para sí formar un solo país para todos los habitantes del mundo, sin banderas ni fronteras.