jueves, 17 de diciembre de 2009

¡Maldito seas!

¡Maldito seas!

¡Si, maldito seas! ¡Mil veces maldito! ¿Acaso debería decir algo más? Pues no hay palabra alguna que logre dibujar mi espanto vomitivo. No habrá –ni ahora ni nunca- consuelo ni sombra para cobijarse. No hay más pasos por dar ni más respuestas por esperar. El reloj ha dejado de andar…

Cierro los ojos y no veo más que umbrales de dolor. Abro los ojos y la pesadilla ha sido perpetrada. Se ha escapado de los marcos del sueño tonto, se ha escapado y se ha metido entre mis manos y ha conseguido destruirlo todo. Todo. Todo. Todo…

¿Acaso debo huir de mis manos ahora? ¿Acaso debo cortar mis piernas y esperar sentado a que venga la negra nube de cenizas a que desgarre mi piel? Sinceramente quisiera cubrirme el rostro y sentarme debajo de la misma cama de siempre. Allí quizás no tenga miedo o quizás el miedo me encuentre allí desnudo y estúpido, se burle de mí y me envuelva una vez más.

En verdad no quiero salir más a ver el sol. Me quema. En verdad no quiero saber que sucede tras la puerta. Tan solo espero a que la última gota de sangre termine de abandonarme para emprender la retirada hacia campos inhóspitos y relajados. Es todo lo que deseo. Es todo cuanto añoro.

Quisiera gritar pero tengo los labios cosidos con cuerdas de alambre. Quiero llorar. ¡Si, quiero llorar!, pero no puedo, ya no tengo lágrimas. Quiero escapar, pero no debo sentirme cobarde. Quiero volar o volarme… Quiero soñar y creer que aún hay más sueños. Quiero que hoy acabe pronto.

Nadie podrá escucharme más, nadie podrá abrazarme más. Nadie podrá verme más. Ni familias felices, ni el perro en la entrada de la casa, ni la puerta de madera acogedora, ni los postres a las seis de la tarde, ni la comida caliente, ni los llantos consolados volverán a repetirse. Todo acabó.

“Yo no fui”. ¿Sirve de algo decir esto ahora? Creo que ya no. Si antes nadie creyó en mi, ¿por qué deberían hacerlo ahora? Pero dentro de mí, solo hay espacio para más oscuridad prolongada. “Yo no fui”, eso solo lo sé yo.


PD: Ahora si puede cerrarse temporalmente este blog

martes, 15 de diciembre de 2009

viernes, 6 de noviembre de 2009

Gris pálido y muerto


Gris y tú

Cuando vuelvo la mirada, estas ahí sin seguirme. No te has movido pero he sentido el dolor profundo de siempre. No has dado ningún paso pero ya has pisado todas mis huellas y no te has detenido a recogerme.

¡Que día tan gris! Gris todo y en cada pared de cada calle, hay más gris. Gris sin sentido. Gris que gotea y gris que hiere. El color preferido cuando se haya ido el negro envolvente. Gris es el manto del rostro quebrado y de la mirada perdida. Gris es la silueta de la voz rasgada y del llanto que no termina. Gris es el color que tanto me huele a ti, cuando te vas. Bueno, ya te has ido.

¡Estoy gritando! ¡Estoy con los puños cerrados golpeando las hojarascas de otoño! Estoy desnudo y cubierto de lluvia. Te he llamado más de tres veces. He creído que volverías por tus cosas y que al fin me llamarías. No ha sucedido eso. No me has visto, no me has sentido, no me extrañado, no me has deseado, no me has buscando, no me has querido, no me has sentido. ¡No!

Bajo las lágrimas se va formando las cicatrices de las mismas heridas de siempre. De los rincones golpeados van saliendo fauces de fieras que devoran todo a su paso. Ya han empezado a morderme las entrañas y no pararan hasta que cierre los ojos. ¿Y tú? Quieta, tranquila y demasiado lejos como para percibir mis desgarros. ¡Grito y no me oyes!

Voy comprendiendo que mis lamentos no te traerán de vuelta. Ya nada te traerá hasta aquí. He vuelto a cubrirme bajo mi cama. He vuelto a soñar con mundos lejanos y seres amorfos, he vuelto a tener mil voces punzándome, he vuelto a tener miedo, he vuelto a esconder mis manos entre mis piernas, he vuelto a dibujarme lugarcitos recónditos y he vuelto a extrañarte. ¿Ya para qué? Para cuando me vaya y todo esto quede en el olvido. Solo gris seguirá conmigo, gris pálido y muerto.

martes, 3 de noviembre de 2009

Hoy he vuelto a recordar...


Hoy, luego de muchas noches deslucidas he vuelto a recordar. He vuelto a recordarte.

Hoy tras unas largas horas vividas a medias, sin más nada que hacer. Sin el miedo contagioso que suele colarse entre mis bolsillos, he vuelto a recordar. He vuelto a recordarte.

Y he leído el puñado de cartas tiradas y las cuantas letras agotadas que se han impregnado en cualquier espacio que huela a ti. Y he visto las palabras bonitas, aunque sin rima, que me has dibujado. He podido sentir los latidos uno tras otro que se habían perdido tras la ultima noche a solas en el lugar de siempre.

Tu voz me vuelve a sonar a bocanadas de viento. Me vuelve a sonar a mil sonidos chispeantes. Y sin embargo me veo a mil leguas de ti misma. Hoy vuelto a recordar. Quizás no lo sepas. Quizás nunca te lo diga, pero hoy he vuelto a recordarte.

Tras los pasos están las historias que nadie ha contado pero que hemos vivido. Tras el silencio de la indiferencia están las imágenes de todo cuanto probamos. Ahora ya es tarde y tú no sabes de donde te hablo y yo no sé a quien le escribo.

Seguramente esta será otra de las cartas indescriptibles que no entenderás y seguro que nunca lo leerás. Puedo presentir que ya hace buen tiempo me has echado de tus rincones y no esperas a que vuelva a verte por la esquina. No esperas más a que vuelva a decir tu nombre. Ya no lo esperas ¿verdad?

Hoy he vuelto a recordar y no ha pasado nada. Me he buscado alguna música trepidante hasta la médula y no ha pasado nada, no he conseguido calmar las tensiones ni bajar las pulsaciones intermitentes. Hoy he vuelto a pensar. A soñar, ha reírme y a secarme la misma lagrima. Hoy he vuelto a saber que no existes. Hoy he golpeado la pared en tu nombre. Hoy me he quitado tu nombre. Hoy he vuelto a recordarte.

lunes, 10 de agosto de 2009

Vacío abrasador

El final del camino

…Y he logrado abrir los ojos. Y lo he logrado luego de tanto y tanto esfuerzo. Con las ganas que me pesan, con las mismas ganas con las que veo caminar los segundos. Con las mismas ganas desganadas y taciturnas que merodean cerca…

Y me he llevado las manos al rostro. He removido todo de principio hasta casi el final. Casi.

He notado los brotes de nostalgia que hoy se han esparcido con más fuerza entre mis mejillas. Mis dedos han sentido las llagas supurantes de pesadillas pasadas y lastres latentes. He cogido mis brazos y el resto de mi cuerpo para poder armarlo en pos de una nueva andadura en las mismas calles grises de siempre, o de casi siempre.

Ya con los huesos pegados y la piel revuelta sigo los pasos que ya he dejado marcado anoche. Pero aún es temprano, muy de madrugada y no tengo más sueño. Sigo los pasos que me llevan en direcciones diversas y siento el latir de mis impulsos que se exaltan al ver pasar el aire que juega… Que juega con los cabellos de las niñas transparentes y dulces, que juega con las ilusiones ilusas de quienes tratan de verse en algún charco. De verse lindos y buenos.

Por cada paso que doy, recibo dos golpes casuales de los codos de quienes andan apurados como escapando de los miedos en casa. Por cada esquina que logro cruzar recibo de tres a cinco empujones de quienes viven en sobresalto por los constantes vaivenes de quien sabe qué. Pero no importa, debo seguir el camino que me lleve lejos de aquí. Muy, muy lejos.

Pero recuerdo que debo comprar ciertas cosas. Reviso en los bolsillos imaginarios que llevo en la ropa y solo hallo un imperdible que había extraviado y un cigarrillo roto de hace dos semanas. Sigo buscando y encuentro algunos besos ya marchitos y dos confesiones incompletas. ¡Al fin encuentro las monedas necesarias!

Necesito un poco de paciencia y algo más de esperanza. Quizá un cuarto de abrazos, medio kilo de consuelos y un poco más de momentos felices. También debo llevar muchas, pero muchas respuestas. Las necesarias para aliviar mi hambre de años pasados.

Pero por aquí me miran de manera extraña. He sentido que alguien se ríe de mí cuando digo palabra alguna. He sentido que dos tipos hablan en voz baja señalándome. He sentido el barullo hipócrita de quienes me miran y no me ven. He sentido sus voces lejanas sobre mis hombros y me ha pesado. He sentido sus rasguños venenosos y la indiferencia que no perdona.

Sin esperar a que suceda algo más, he salido de ahí corriendo. He corrido sin parar y sin detenerme a secar mis lágrimas, ya no me importan. He corrido mucho, despavorido. He corrido en silencio, no me he detenido… ¡Tengo miedo! Lo grito en mí, no quiero que nadie más lo sepa. Intenté abrir más los ojos y casi los pierdo. He intentado recoger mis miedos y sacudirlos hasta perderlos. He intentado alcanzar los pasos del resto que aquí moran, pero no he podido.

Ya casi logro llegar al final del camino, donde todo acaba. Donde empieza el vacío abrasador. Donde no habrá que dar más pasos ni recoger más huesos. Donde no habrá más empujones ni más tristezas. Donde no habrá ni mañanas congeladas ni noches a solas, ni llantos debajo de la cama ni puertas cerradas. No habrá ni dolor ni susurros. Ni cantos a media voz ni estridencias oscuras… por fin estaré donde debo estar. Si no soy de aquí, cuando alcance el final del camino podré ver a quienes respiran como yo y quienes pueden volar hasta el sol. Allí pertenezco, hasta allá voy…

domingo, 19 de julio de 2009

¡Imagina!




A solas

Cierra los ojos. Cierra los ojos. Cierra los ojos. Respira lentamente. Lentamente respira y deja que tus cabellos se suelten al unísono del viento suave y ligero. Toma mis manos e intenta introducirte en mis recuerdos. Toma mi piel y llévala contigo. Abrígate con ella. Sabes que el inverno es largo y crudo, que no perdona. El camino es lejano. Cierra los ojos, pero mírame. Aprieta mis latidos y luego imagina.

Imagina. Sí, imagina. Imagina ahora y mil veces más. Imagina que mis brazos te alcanzan y te elevan. Imagina que mis impulsos son los tuyos. Imagina que mi calor te pertenece. Imagina con más fuerza aún, que este pedazo de tiempo puede quedarse congelado en nuestras pupilas. Imagina lo inimaginable. Imagina lo absurdo y lo irreal. Imagina desde el cielo hasta las praderas y ayúdame a construir este espacio fugaz pero muy nuestro.

Imagina, ¡pero no me sueltes las manos! Promete que no lo harás. No se lo he dicho a nadie, pero tengo mucho miedo. La soledad melancólica me asusta. Y me asustan sus filosas garras hirientes y el vacío que no tiene color también me asusta. Y si mañana despierto y tú no estas, seguro que también tendré miedo. Ahora no me preguntes mas nada, solo no dejes de abrazarme.

Ahora siente mis labios explorando aún más allá de los tuyos. Siente como bajan con fragilidad por tus mejillas hasta los bordes de tus hombros sensibles. Imagina y siente mis manos que recorren tu cintura y dibujan corales, siluetas sin estar debajo de la luna. Imagina los gestos inesperados que se puedan producir. Imagina las marcas que han de notarse luego de pasar por tu cadera. Siente el dolor apacible al contacto con mi cuerpo. Siente la ternura del beso que se prolonga, que no acaba. Y siente tus senos libres al viento entrelazándose con mi boca. Con mi boca que se abre paso entre lo terso de tu candor.

…Y tu cuerpo que ya no está aquí, que ya no es tuyo, ahora divaga entre cientos de movimientos incesantes e insistentes. Ahora gravita entre lo intenso de las mil formas que puedo ver y talvez entender. Y tus formas y tus detalles ahora son parte de mis sentidos y de mis sueños. ¡Pero sigue imaginando niña! Nunca dejes de imaginar. Vuelve la mirada hacia los segundos apasionados y vuelve los recuerdos hacia el punto de partida de esta historia, nuestra historia.

Y con el mismo rito de la imaginación que todo lo puede, siente el fragor intenso dentro de ti. Siente el momento eterno que jamás ha de perderse, siéntelo entre tus gemidos. Siéntelo entre tus piernas apuradas y entre tus deseos interminables. No temas saborear lo dulce del momento más salvaje y no temas equivocarte. Aquí nadie nos ve. Lo oscuro de la noche y lo denso del follaje nos oculta de las miradas chirriantes…

Imagina y siente el espasmo recóndito y trepidante. Imagina cuando pierdas la noción y la razón de ser y ya no ser más quien creíste ser. ¡Libérate y libérame! Pierde la paciencia y suelta los gritos más detonantes que alguien se pueda imaginar. Introduce tus uñas en mi espalda. Desgarra los pudores y rompe la tranquilidad ¡Tómame las manos y no las sueltes! ¡Ven conmigo! Cierra los ojos e imagina… Una vez más, imagina.

martes, 7 de julio de 2009

Aún espero por ti



Espero que vuelvas otoño

Cuando las hojas vayan por pedazos entre los zapatos sucios y cuando la última lagrima sedienta de calma termine el recorrido árido, talvez sienta que los sueños de colores me den golpes en el rostro…

Me prendo otro cigarrillo y creo ver esas hojas. Esas hojitas de otoño pensativo, de otoño vencido. Vuelvo la mirada por más. Busco en el suelo y recojo las migajas de manos y pies que pueda ver. ¡Allí estas! ¡Estas allí! ¿Eres tú, verdad?

Ni miedos ni mieditos, esta vez es diferente, esta vez mi mente da mil volteretas y salta juguetona de aquí, por aquí y por allá, mientras al compás de los sonidos chirriantes me lleno de espasmos fulminantes e intento perder la calma. No me equivoco. Lucho sin tregua. ¡Quiero perder la calma!

…Y quiero perder la cordura y la razón de ser y no ser lo que siempre quisieron que sea. Sea como sea debo desatar las agujetas que me aturden y debo desatar la saliva contenida y jugar a ser yo en medio de mil cuentos, entre conejitos con sus sombreros de copas y mujeres sin rostro. Entre mil hojitas de otoño desesperado…

¿Eres tú? ¡Dime si eres tú quien golpea la puerta! Sabes que no abriré si no eres tú. Todo esto me lo invento mientras espero a que vuelvas de aquel lugar sin color. Mientras espero que caiga la ultima gota viscosa del vaso. Mientras espero que sea de medianoche entre más oscuridad y jamás, óyelo bien, ¡jamás!, amanezca.

Y no vienes y no dices palabra alguna y yo sigo aquí ahogándome y riendo sin parar. Veo mi rostro entre mil libros rotos y desperdigados. Veo mi sangre sin color y mi garganta seca y resentida. Me duele todo, pero no quiero aceptarlo. Si tú no dices algo ¿porque debería hacerlo yo?

A duras penas me arrastro hasta tus pies, allí donde puedo ver tu pequeña falda rasgada. Los demonios aquí dentro no me dejan llegar con facilidad, pero sé que puedo conseguirlo…

Tomo tus pies entre mis manos y entre mis labios, subo con cuidado por tus piernas jodidamente frías. Y tu pequeña falda esta vez no me excita, esta vez no me interesa, esta vez tus lagrimas y las mías no pueden sentirse. Tus brazos y tu cadera se pliegan a mis sentidos y al fin veo tus ojos tétricos y desorbitados. Veo tu boca ensangrentada que no se mueve. No te oigo. Es que en serio no puedo oírte, debes hablarme más fuerte. No creo que sigas enojada por los golpes y por las caricias, ¿verdad?

Debes decirme algo más. Debes mirarme y prenderme el siguiente cigarrillo. Debes bailar para que la noche no acabe. Debes besarme como siempre. Debes cogerme del cabello y tirarlo contra la pared, debes desnudarte y dejarte llevar, debes respirar. ¡Debes respirar! ¿Qué sucede? No puedo llegar hasta ti. ¿No me has dejado otra vez, o sí? Vamos, vuelve y dime que no lo has hecho, dime que otoño no morirá. Dime que otoño seguirá conmigo. ¡Dímelo!