martes, 4 de noviembre de 2008

La lección del día


...De cuando una mañana se aprende algo más


Hoy aprendí algo más, aprendí a cerrar los ojos y no ver más, lo que ocurre conmigo. Y vine corriendo a este espacio ínfimo a impregnar mis sensaciones insensataz. Hoy aprendí que el dolor es parte de la rutina y que el consuelo no existe ni en las palabras dulces que acompañan los versos ni en las caricias sombrías que susurrabas en mi mente.

Hoy, tras largos minutos eternos, supe que mientras más corría, el horizonte se alejaba más y ahora entiendo que el sol no quiere brillar para mí, nunca quiso. Ahora entiendo que las voces en mi interior siempre fueron mis únicos amigos. Mi fortaleza menguada hoy yace agónica entre el asfalto tétrico y los pasillos de cualquier lugar.

Hoy como cada mañana, quise un aliento, quise una mirada, quise lo que cuando niño no tuve. Hoy como cada mañana, me vi en el suelo, me vi de duelo, sentí el calor de la sangre al recorrer mis entrañas y sentí a la desolación entonando cánticos fúnebres sobre mis hombros.

Hoy entendí que no hay entendimientos para mi, que no hay importancia para mi, que no hay treguas ni suspiros tenues, que no hay alas al viento ni abrazos al despertar. Cuando veo mis pasos meditabundos y furibundos creo que ver la secuencia de mi vida, cual película en blanco y negro se van gestando una y otra imagen de desconcierto, de sollozo, de lamentos incurables, de heridas envenenadas.

Hoy supe que es mejor no quejarse y resistir estoicamente ante la adversidad. Sé que cuando muera he de volver convertido en algún lobo solitario para aullarle a la oscuridad. Hoy supe que no pertenecía a este lugar –por ello el dolor y el no poder acostumbrarme- sino a uno más bello con gaitas y flautas dulces, donde la primavera juega encantada con las gotas de rocío detrás del jardín.

Hoy entendí, que no debo culpar a nadie, será mejor ser yo el único responsable por siempre, quien destroce mis días y agrie mis noches. Y cierro los ojos y no te vas y los abro y ya no estás. En medio del enjambre de miradas punzantes que se clavan sobre mis lagrimas siento mi cuerpo caer sin remedio. Hoy, que la brisa nunca vino, todos supieron quien era, todos vieron mi cuerpo deforme y mis llagas en la piel. Vieron la fealdad de mi sombra y vieron que aquel monstruo es vulnerable y débil. Hoy todos lo vieron y tú no hiciste nada.