jueves, 19 de febrero de 2009

Ecos sin tiempo


Ecos sin tiempo esparcidos entre mil hojas de otoño austral que van dibujando los caminos empolvados de nuestros recuerdos. Asediados estamos entre mil parajes. Impávidos de emoción. De pie frente al espejo quebrado, donde solo se refleja las tirrias naturales y las blasfemias inocentes.


La conmoción atiborra cada recoveco lejano y engendra nuevas formas de dominación que ya se siente en derredores. Mientras sonrisas pizpiretas adornan los pensamientos de cada niña que hoy ha venido a verme. En tanto soy nostálgico, soy suspicaz. En tanto soy fatuo soy algo así como una pequeña mancha en las sabanas rasgadas.


Ojos extraños se posan tras el vergel que hoy luce casi muerto. A continuación vienen a mí tantas brisas de cada abril, tantos cantos de grillo y tantos olvidos que nunca recuerdo. ¡Allí en medio de la nada absorbente se erige tu imagen descollante! ¡Allí en medio de los girasoles y las petunias he dejado el olor que reconocerás cuando vengas por mí! ¡Aquí seguiré! Solo tienes que venir.


Lo cierto de las dudas es que nunca se irán, que forman parte de las noches frenéticas que aguardan por mis pasos. Lo cierto es que cuando recuerde los ecos sin tiempo y los mil parajes o las tirrias irritables y las sabanas manchadas, volveré al inicio de cada trozo de verso. Volveré a ser el mismo puñado de letras que por siempre, intentarán dar vida a alguien más que no sea yo.

Y los caminos que me ha tocado recorrer no dejarán más rastros que el polvo pisoteado por tantas huidas a solas. Ni las conmociones ni las niñas con sus rosas extrañas volverán a ser mías. No importará que haya respirado como indicaron, tres veces cada mañana y después de cada pelea.


Tantas cosas por decir, de las que solo un granito, va a parar en tontos recuerdos impregnados de vanidad y zurcidas para el malestar de quien pueda entenderlos. Tanta sangre por contener y tan solo una cosa en mis latidos, ser alguien muy diferente para cuando aparezca el sol, ese sol que casi nunca brilló para mi. Casi nunca.


Amanece más pronto de lo esperado. No tuve tiempo de sacudirme los zapatos ni de sujetarme la esperanza. Sigo creyendo que nadie me verá. Que nadie sabe donde estoy, solo tú. ¿No te das cuenta de mis cantos? ¿No oyes mis cadenas y no sientes mis únicas veces de lucidez? ¿No recuerdas la mañana de octubre o las noches de otros meses? ¿Puedo seguir preguntando?

domingo, 15 de febrero de 2009

Días de insensatez

Espesa neblina entre mis recuerdos
Los golpes han dejado ya de caer. Las ráfagas intermitentes de puñaladas y las gotas de rocío agrio se han esparcido por las esquinas. Las cortas horas de suicidios continuos han dado paso a la quietud. Las traiciones ínfimas siguen detrás pero no me alcanzan. Puedo correr más rápido. Lo sé.

Tengo las manos cortadas y curtidas. Tengo la espalda lacerada y los tímpanos disonantes y aunque mis labios hoy están amoratados aún puedo decir una que otra palabra. Aunque nadie me escuche.

Ahora solo quisiera ser la melodía de la voz del pájaro cantor, solo quisiera ser la tonada de las mil lenguas que recorren el mundo en busca de un poema. Quisiera ser el suspiro luego de la victoria y la brisa tras la intensa batalla en la llanura.

Me siento cansado, he peleado más de la cuenta y no me siento bien. He vencido y tengo la sangre de mis enemigos entre los dedos, pero no me siento bien. Hay hedor a sucia gloria pero no me siento bien.

A pesar de lo parco de mis recuerdos y lo pusilánime de mis deseos, debo seguir corriendo, junto a las libres del camino, libérrimas y soñadoras. Debo emprender los tantos vuelos que he postergado por temor o por lo que sea. A pesar de lo espeso de la niebla y de las lagunas mentales formadas en cualquier paraje desolado de mis inseguridades, debo cortar la maleza y apurar los pasos. Tras las montañas de lo desconocido ha de estar el bosque azul al cual hago tantas avocaciones.

Confieso que he mentido tantas veces y que tantas veces me han mentido. Por más que busco el hilo conector de mis laberintos no lo hallo. Lo he perdido entre los mil periódicos que nunca acabo de leer. Confieso que he deseado partir de aquí dejando inconcluso las cosas y que muchas veces he sentido miedo a estar despierto. Tantas veces he escondido mis manos y con las uñas carcomidas he cogido mis mejillas, tan solo para lastimarme.

Mientras trato de recordar algo más que pueda mencionar y que convenga en esta historia, no puedo evitar las cavilaciones y las sensaciones de perder la razón, los sueños, las ideas, las esperanzas y las ganas de más ganas. Así de absurdo suele tornarse los relatos cuando no se tiene más que decir, cuando se tiene más que contar historias de nadie, historias de otro lugar, historias sin sentido y tan llenas de pocas cosas.

Hoy por la noche seguiré quemando algunos libros más y cubriré cada espacio de mis paredes con esos papelitos incinerados. Quizás así deje de oír esas voces. Si tan solo alguien pudiera entender que no quiero más charcos de violencia ni más detalles de injurias. A penas empiezo a respirar y ya no hay más aire. ¿Dónde están las promesas de niño? ¿Dónde esta el aire nuevo que vendría a mi? No sé si deba seguir buscándolo.