lunes, 24 de noviembre de 2008

Entrañable relato con la luz apagada

¿Quiéres conocer a mi mejor amigo?

Mi mejor amigo tiene muchos brazos y muchas cosas que contar. Tiene el cabello muy largo, casi hasta donde no se pueda ver y tiene los ojos con una extraña luz que reflejan mucha seguridad al amanecer y también por las tardes, sale a pasear en ropa oscura y no le teme al que dirán. He notado que le agrada levantar la mirada cuando el viento surca de norte a sur.


Mi mejor amigo solo me conoce a mí y nadie le conoce a él. Mi mejor amigo viaja a mil por hora en cientos de naves violetas y violentas. Mi mejor amigo canta a la luna encantada y escribe mil versos que luego yo copio y los publico como si fueran míos. Por momentos creo que se dará cuenta y que irá por mí a golpearme, pero no lo hace. Siempre está allí. No se mueve y baila con mucha fuerza desde su lugar. Tararea innombrables estrofas homéricas y gusta de los helados mientras retoza en la sala de mi casa.


A veces nos unimos en orgias anormales. A veces nos echamos sobre las cenizas de la chimenea a contarnos las pulgas, a contarnos mil historias, a contar las manchas en la pared, a contarnos y a cortarnos. Mi mejor amigo prefiere no saber del mundo exterior –a pesar de sus paseos- porque dice que por las calles seguramente andan los monstruos de su infancia que se esconden y aguardan por él o por nosotros.


Una vez me compuso una canción con tonadas electrónicas y la cantó sin temor. No me gustó. Pero sigue siendo mi mejor amigo, mi absurdo amigo. Alguna vez creo que trajo a casa una caja un poco rota con tantas cosas en su interior. Había unos calcetines para papá y una ollita para mamá. Había un trompo y muchas figuritas de personajes raros. Había pedazos de papeles y mendrugos de carne para el perro y unas muñecas cortadas para mí.


Cada vez que pienso en él, se me escapa alguna sonrisa. Ahora está aquí conmigo, durmiendo, pero no sabe que yo escribo esto. Espero que nunca lo sepa. Mi mejor amigo no tiene mucha paciencia y suele derribar paredes y edificios enteros cada vez que no está contento. A veces cae en un terrible ostracismo que no ayuda a la relación, pero me esfuerzo mucho para que los días de enero sean mejores y que para el año nuevo no haya más muñecos que quemar ni muñecas cortadas que llorar.


Cuando volteo la mirada hacia su espalda observo las espinas que rodean su piel. Le quedan bien y hasta me atrevo a tocar con cuidado su dorso. Anda con greñas y destila un mal aliento. No me repugna a pesar de los líquidos que segrega por los orificios del rostro. No me desagradan sus ruidos al dormir y nunca me enojaría si olvidara mi cumpleaños.


Cada vez que puedo abrazo a mi mejor amigo y le cuento mis fantasías y le cuento mis nuevos versos y los pasos que hoy di. Siempre me escucha, siempre. Me mira y calla. Luego habla y no para hasta vociferar cientos de millones de idiomas las que entiendo sin mayor esfuerzo. Mi mejor amigo es así y yo no lo cambiaría por nadie.

Mi mejor amigo es huraño y extravagante, pero siempre guarda la compostura al verme llegar, llorando de la calle. Me ha dicho que las niñas no me quieren. Me ha dicho que los juguetes no son para mí. Me ha dicho que a nadie más le importo. Me ha dicho que eso del sexo opuesto no existe. Me ha dicho que el mañana es hoy y que es mejor quedarse debajo de la cama. Me ha dicho que cierre la ventana e inhale hasta el fondo. Me ha dicho que destruya mis miedos y mis valentías. Me ha dicho que en el mundo hace mucho frío y solo él me abrigará. Tantas cosas me ha dicho.

Sigue diciéndome que la soledad pronto será mi amiga y que la locura esquizofrénica solo es un paso al desenfreno del campo azul que espera por mí. Me ha dicho que le tome la mano y que pronto el dolor desaparecerá. Me ha dicho que deje de respirar y me ponga de colores. Me ha dicho que vuelva con las muñecas cortadas y me ha dicho que me suelte de la realidad. Me ha dicho que todo lo que me dice es cierto y nada más. Y yo le creo.

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