
La vida que aún no está vivida...
Hay de todo en esta vida. Hay de todo en este preciso momento que intento hilvanar letras. Hay de todo en la nada y nada en el todo, y no es que trate de sumergirme en alguna especulación filosófica. Tan solo se trata de una breve reflexión nacida en medio de las tonadas opacas de algún parque de la Gran Ciudad Gris.
Un día sales a la calle y de pronto la calle ha muerto, ha muerto el parque y la vecina del frente. De pronto ha muerto el panadero y los ladridos de la azotea. Ha muerto la esperanza y la Juana también. Ha muerto las horas que van al trabajo y las ganas de respirar un minuto más. Ha muerto la vida…
Volteas la mirada, buscas algo, no sabes que, la rabia ofusca tus ánimos –recuerdas la última pelea amorosa, el ojo morado, la piel rojiza- caminas, das tantos pasos como puedas y no dejas de pensar en lo estúpido de la rutina, en lo inerte del tiempo. Te llenas de remordimientos, resentimientos, preguntas, dudas, cavilaciones, sueños rotos y suspiros amargos y nada parece calmar tu angustia.
Casi logras escuchar los latidos de tu interior y sientes las ganas de arrancarte cada parte de ti y lanzarlo por la vereda para que algún perro los huela. ¿Hastiado verdad? Todos pasamos por eso, te han dicho.
Hasta el cielo se ha nublado y sabes que no tienes a donde ir. No hay opciones y se te estremece el cuerpo o lo poco que queda de el. Sin soluciones, sin miradas ni manos sobre el hombro, ni alientos ni minutos que pasarán… ¿A dónde ir?
El panorama es sombrío y tenebroso, aún para ti, pero recuerda que las cosas son parte de algún engranaje invisible que se entrelazan entre sí. Los días de invierno pronto darán paso a las flores del campo, aunque no lo creas, esas cosas suelen pasar. Yo sí lo creo.
Pronto verás que las sonrisas dibujadas en las personas cobran vida y se dirigen hacia ti. Verás que el sol si existe, aunque no sea redondito y de color amarillo. Verás que el mañana trae consigo nuevos cantos y nuevas formas de ver la vida. Verás que hasta las horas más lúgubres tienen fin y que no pueden perseguirte por siempre. Sabrás que tras la tormenta el campo se mantiene quieto y sosegado. Entenderás que nunca valió la pena tirar del gatillo o saltar al vacío.
¡Vamos, da la vuelta y rebobina tus pasos! Yo mismo me sigo sorprendiendo de lo que ahora vas leyendo, pero es que lo siento. Es que las penas se diluyen entre las manos y las gotas placenteras entran por la ventana para lavar tus heridas. No todo está perdido y pronto verás la salida y las cosas tendrán otro color. No sé que color sea, pero sé que será otro.
Vivencias y existencias tienen esas particularidades. Luego de llorar, podrás reír y soñar mucho y quizás mañana vuelvas a llorar con más ganas. Esa es la experiencia dialéctica de la vida. Así avanzamos hasta el infinito. Tenlo en cuenta y no bajes los brazos. Hay de todo en esta vida, solo se trata de buscarlo y saber que hacer con eso.
Un día sales a la calle y de pronto la calle ha muerto, ha muerto el parque y la vecina del frente. De pronto ha muerto el panadero y los ladridos de la azotea. Ha muerto la esperanza y la Juana también. Ha muerto las horas que van al trabajo y las ganas de respirar un minuto más. Ha muerto la vida…
Volteas la mirada, buscas algo, no sabes que, la rabia ofusca tus ánimos –recuerdas la última pelea amorosa, el ojo morado, la piel rojiza- caminas, das tantos pasos como puedas y no dejas de pensar en lo estúpido de la rutina, en lo inerte del tiempo. Te llenas de remordimientos, resentimientos, preguntas, dudas, cavilaciones, sueños rotos y suspiros amargos y nada parece calmar tu angustia.
Casi logras escuchar los latidos de tu interior y sientes las ganas de arrancarte cada parte de ti y lanzarlo por la vereda para que algún perro los huela. ¿Hastiado verdad? Todos pasamos por eso, te han dicho.
Hasta el cielo se ha nublado y sabes que no tienes a donde ir. No hay opciones y se te estremece el cuerpo o lo poco que queda de el. Sin soluciones, sin miradas ni manos sobre el hombro, ni alientos ni minutos que pasarán… ¿A dónde ir?
El panorama es sombrío y tenebroso, aún para ti, pero recuerda que las cosas son parte de algún engranaje invisible que se entrelazan entre sí. Los días de invierno pronto darán paso a las flores del campo, aunque no lo creas, esas cosas suelen pasar. Yo sí lo creo.
Pronto verás que las sonrisas dibujadas en las personas cobran vida y se dirigen hacia ti. Verás que el sol si existe, aunque no sea redondito y de color amarillo. Verás que el mañana trae consigo nuevos cantos y nuevas formas de ver la vida. Verás que hasta las horas más lúgubres tienen fin y que no pueden perseguirte por siempre. Sabrás que tras la tormenta el campo se mantiene quieto y sosegado. Entenderás que nunca valió la pena tirar del gatillo o saltar al vacío.
¡Vamos, da la vuelta y rebobina tus pasos! Yo mismo me sigo sorprendiendo de lo que ahora vas leyendo, pero es que lo siento. Es que las penas se diluyen entre las manos y las gotas placenteras entran por la ventana para lavar tus heridas. No todo está perdido y pronto verás la salida y las cosas tendrán otro color. No sé que color sea, pero sé que será otro.
Vivencias y existencias tienen esas particularidades. Luego de llorar, podrás reír y soñar mucho y quizás mañana vuelvas a llorar con más ganas. Esa es la experiencia dialéctica de la vida. Así avanzamos hasta el infinito. Tenlo en cuenta y no bajes los brazos. Hay de todo en esta vida, solo se trata de buscarlo y saber que hacer con eso.

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