martes, 30 de diciembre de 2008

¿Y si fuera necesario que te olvide?


...Te recuerdo


Te recuerdo ahora como ayer. Te recuerdo sutil, frágil y siniestra. Te recuerdo pesimista y vehemente. Te recuerdo con tu cabello largo con ciertas ondas. Te recuerdo con sonrisas pegadas en la pared y tiernos gemidos en los bordes de una cama vieja desordenada.
Te recuerdo de día y de noche. Te recuerdo con tus frases analíticas que punzaban mis sentidos y laceraban mis ojos. Te recuerdo tierna, fugaz, con la mirada perdida y veloz.


Te recuerdo por tu voz que cantaba al anochecer. Te recuerdo con tus pasos sobrios y tus gestos pusilánimes. Te recuerdo con tus libros de Reich y Freud. Te recuerdo entre sábanas y ropa desperdigada por el suelo. Te recuerdo con los desayunos de huevo y tomate. Te recuerdo parpadeante y jadeante. Te recuerdo con tus tonos de voz y tu silencio ensordecedor. Te recuerdo con tus caricias y tus golpes insensibles que destrozaron hasta el último recoveco en mi interior.


Te recuerdo porque me abrazaste y no dijiste más nada. Te recuerdo por las calles que nunca recorrimos juntos. Te recuerdo al mediodía cuando el sol apuntaba hacia mi corazón. Te recuerdo por la ventana hacia la nada. Te recuerdo en los sonidos de cualquier canción. Te recuerdo en los murales de mil colores que se reflejaban en las paredes de la ciudad perdida a la que pude llegar. Te recuerdo en los maullidos y los ladridos. Te recuerdo entre mil hojas y discursos insensatos.

Te recuerdo entre sombras y llanuras de los historias que me suelo contar. Te recuerdo entre el óleo de gamas rojas y negras. Te recuerdo entre gritos impávidos y clamores justos. Te recuerdo entre besos sedientos, aunque escasos. Te recuerdo entre los días de diciembre y las noches de abril. Te recuerdo cada marzo. Te recuerdo entre las lágrimas que brotaron y penetraron en lo más sensible que pueda tener. Te recuerdo entre el olvido de lo negativo. Te recuerdo entre los movimientos sofocantes. Te recuerdo en cada nota de guitarra. Te recuerdo en la ruta al sur. Te recuerdo al borde del mar, en la orilla de los sueños. Te recuerdo en la esquina de una plaza cualquiera. Te recuerdo entre amores clandestinos y esperanzas insurgentes.


Te recuerdo con la fuerza del viento que se vuelve tormenta con las dudas y los miedos. Te recuerdo entre las cosas que nos han sucedido cuando niños. Te recuerdo en cada etapa de nuestras vidas. Te recuerdo cuando nos dejaron solos. Te recuerdo cuando nadie nos supo proteger y cuando nadie vino a buscarnos cuando más lo necesitamos. Te recuerdo cuando callas por vergüenza. Te recuerdo sin la vergüenza del prejuicio. Te recuerdo en todos los idiomas y de todas las formas, hasta en las más conservadoras.


Te recuerdo camino a las nubes. Te recuerdo cuando me acostaba arriba y tú abajo. Te recuerdo cuando te miraba desde abajo y tú te movías desde arriba. Te recuerdo desnuda y libre. Te recuerdo llena de nada y desbordante de dudas. Te recuerdo optimista con el ahora sin saber que hay mañana. Te recuerdo por tus particularidades. Te recuerdo por tus encantos y la forma de tus manos. Te recuerdo por tu nombre, por los tantos nombres que solías usar.


Te recuerdo cuando dormías sola o acompañada. Te recuerdo soñadora y sin razones. Te recuerdo cuando atabas mis manos y apurabas mis gestos. Te recuerdo a solas y entre la oscuridad de mil habitaciones. Te recuerdo presente y viva en los latidos de quienes aman y creen en un mejor porvenir. Te recuerdo melancólica y bucólica.


Te recuerdo entre escaleras de casas ocupadas y tertulias a media voz. Te recuerdo entre los barrotes de la rutina y entre los deseos de acabar con todo lo que aún no se ha empezado. Te recuerdo entre los secretos descubiertos. Te recuerdo entre los espasmos que sentía al verte partir. Te recuerdo, a pesar mío, aquella noche impertérrita que se frustró con el agónico llanto que rompió el silencio de tus sabanas. Te recuerdo y me recuerdo frente al espejo con los ojos heridos y el orgullo quebrantado.


Te recuerdo por las tantas cosas que nos prometimos. Te recuerdo entre fiestas paganas y vinos baratos. Te recuerdo con el humo absorbente. Te recuerdo serena y seductora. Te recuerdo por lo que nunca pude contarte. Te recuerdo por lo que nunca hicimos. Te recuerdo por tus misterios que me fueron enamorando. Te recuerdo porque eres más de lo que alguna vez imaginé. Te recuerdo por enseñarme otros rumbos. Te recuerdo porque te encontré. Te recuerdo porque supe que eres real y existes. Te recuerdo contra todo el dolor y la melancolía. Te recuerdo, cercana, casi mía.


Te recuerdo entre mis suspiros y entre mis ganas de estar contigo una vez más. Te recuerdo cuando volteo la mirada. Te recuerdo en cada segundo que pasa. Te recuerdo en el viaje de vuelta a casa. Te recuerdo en cada mirada tierna. Te recuerdo con tu agresividad también. Te recuerdo por lo importante que siempre serás. Te recuerdo por los sobresaltos que me causaste. Te recuerdo porque no sé que más decirte. Te recuerdo porque ahora mismo al escribir este puñado de insensateces, alguna gota de desliza por mis mejillas.


Te recuerdo bonita, muy bonita. Te recuerdo dulcemente fugaz. Te recuerdo porque no puedo evitarlo. Te recuerdo entre mil cosas. Te recuerdo a pesar de todo. Te recuerdo con tus burlas, ironías y tus desplantes. Te recuerdo con tus caricias. Te recuerdo a media luz. Te recuerdo entre mis palabras de media noche. Te recuerdo libertaria y libertina. Te recuerdo salvaje. Te recuerdo niña y mujer. Te recuerdo como compañera de mil batallas y mil secretos. Te recuerdo entre las cosas que nunca dejaré. Te recuerdo cuando me vaya y cuando vuelva por ti.


Te recuerdo por la madrugada al verte exhausta. Te recuerdo al tocarte y sentirte. Te recuerdo con tus respiraciones, con tus latidos. Te recuerdo como a la rosa en medio del jardín al que nunca podré llegar. Te recuerdo con metáforas y sonetos. Te recuerdo con tus apuros y tus meditaciones. Te recuerdo por el recuerdo que hoy anida en mis recuerdos. Te recuerdo porque no quiero olvidarte y porque no cabe en mí el perderte alguna vez. Te recuerdo y te extraño, mucho.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Dialéctica de un viaje a lo desconocido

...Este era un pajarillo extraño y taciturno, de plumaje descolorido, sin atractivo alguno. Al menos así se veía reflejado cada vez que se miraba en los charcos empozados al pie de algún roble que le podía servir de casa por las noches.

Ciertamente, podríamos decir que, lo rutinario de sus días y el gris del cielo hacían mella en sus ánimos y apagaban sus ganas de volar junto al resto de la bandada, de volar por encima de las copas robustas y llegar hasta las nubes encantadas cerca, muy cerca de las estrellas. Pero bueno, así eran sus días.

Entre lluvias y relámpagos, entre frías mañanas y atardeceres melancólicos, entre las hojas de abril y el susurro de agosto, transcurrían sus pasos débiles, con sus patitas frágiles y temerosas. Casi no se asomaba para ver el día. Permanecía quieto, erguido, meditabundo y con la mirada a punto de caer al suelo. No había mayor preocupación para esta ave que salir a buscar el alimento cada vez que se acordaba, sin siquiera preocuparse por los predadores, que sinceramente le importaban muy poco.

Al caer la noche, la situación no cambiaba mucho, salvo el coro de grillos y los silbidos de vecinos nocturnos, la oscuridad no le perturbaba. Días hechos años y días interminables, eran el marco del andar de este pequeño ser que levantaba los ojos en busca de algo que no sabía que era. Dentro de las plumas que lo protegían no había más que heridas gélidas y cicatrices sin sanar. Hasta que un buen día, algo cambió en la vida de nuestro pajarillo taciturno.

Los primeros rayos del sol se asomaban y la mañana anunciaba sus primeros brillos. Todo el bosque se levantaba en un sonoro bostezo general. Los árboles sacudían sus ramas, las ardillas salían de sus covachas y los trinos adornaban el alba. Sin duda se trataba de un día más para el pajarillo sin color, si no fuera porque aquella mañana, de un día cualquiera en un año cualquiera, un canto distinto se oyó entre el follaje del verdor extenso. Un canto dulce, suave, melodioso, pero extraño.

Nuestro pequeño amigo quedó encandilado con aquella melodía. Pero ¿quién cantaría de tal forma?, ¿de donde provenía esa melodía?, ¿era algún animalito del bosque o es que el cielo abrió sus puertas y de allí provino tal sonido? El pajarillo apuró los pasos y se asomó por entre las hojas húmedas, sacudió las plumas y divisó en todas las direcciones. No halló nada.

A partir de aquella mañana, la vida de esta avecita opaca fue cambiando. Se levantaba muy temprano en busca de aquel canto dulce y cuando podía escucharlo, sentía que su pequeño corazón se agitaba y crecía de manera desmedida. Cada vez se dibujaba con más fuerza, una gran sonrisa en su pico y sus ojitos brillaban como las riberas de los riachuelos donde solía bañarse (¡y pensar que antes no tenía interés ni en bañarse!).

Hasta que una de aquellas mañanas decidió salir en busca de aquel canto. Se armó de valor y se dispuso a buscar aquello que motivaba sus días y sus noches. Pero, no sabía por donde partir ni a donde ir. Este pequeñín nunca había ido más allá de lo que podía ver. Jamás se había atrevido a dejar los límites del bosque verde y generoso, aún así, prosiguió con su cometido.

En el camino, se encontró con antiguos amigos a los cuales no veía hace mucho.

-¡Eh!, amigo…sí, tú el de las plumas sin colores, ¿a dónde vas?- Le preguntó una liebre por allí pasaba.
-Pues en busca de un canto que me ha encantado y seguramente al encontrarlo, mis plumitas se tornarán de muchos colores. Lo sé- Respondió firme y contento.
- ¡Vaya historia!, ¿en serio crees que si vas en busca de eso que tú dices, tendrás muchos colores en tu plumaje?
-¡Sí!
- Debes tener cuidado. Te lo dice una vieja liebre que ha viajado por muchos lugares y ha visto muchas cosas. Pequeños como tú que dejan el nido en busca de un encanto y al final nunca lo encuentran. Eso es duro- Dijo con voz sentenciosa, la liebre.
-Eeee pues este no será mi caso. Fíjate, me he pasado casi toda mi vida envuelto en mis miedos, atrapado en mis inseguridades y ahogándome entre las nostalgias del querer y no poder hacer…
-¡Vaya, vaya! –Interrumpió la liebre- Si que eres firme. Bueno pequeñín, pues adelante y vuelve pronto.

Allí quedó la breve charla y nuestro amigo prosiguió su camino. Solo pensaba en como sería aquella voz. ¿A quién pertenecería? ¿Quién podría ser capaz de arrancarle de su nido y llevarle por lugares inimaginables?

Durante el trayecto recordaba todas las veces que había escuchado tal canto. Recordaba las mañanas, las tardes y las noches en que en su mente conversaba con tal dulce voz. Recordaba las situaciones y cosas que se había imaginado y hasta podía jurar que en sueños se le aparecía quien el ser que poseía tal encanto. Una dulce pajarita exótica, de largas plumas multicolor y espléndida figura. Con una tierna mirada y con respuestas exactas. Con movimientos radiantes y delicadeza al andar. Casi, casi un ser fuera de este mundo. ¡Vaya imaginación! Pero es que así la dibujaba en su mente y así la quería ver…

En tanto, el viaje se tornó largo, casi no había cuando llegar. En el transcurso pudo conocer a otras especies que se le acercaban y le invitaban a pasar la noche en sus nidos, covachas, madrigueras, agujeros, ramas, charcos, etc.

Cada cosa que conocía nuestro joven amigo, era nuevo para y siempre quedaba maravillado. Se preguntaba como es que no había visto nada de esto antes. Sus ojos crecían mucho casi de desorbitaban cuando aparecían frente a él, animalillos raros, que trinaban, croaban, graznaban, etc.

Y así queridos lectores, los días y las noches pasaron. Vino la luna de verano y las cigarras empezaron a pulular entre las hojas secas. Las provisiones de las que disponía el pajarillo se agotaban con rapidez y si no fuera por la solidaridad de los buenos habitantes del bosque, no habría sido posible legar a su destino.

Luego de largas jornadas de viaje, caminando o volando, dormitando donde le atrape la noche, por fin pudo divisar un lugar extraño, diferente al resto del bosque. Supo entonces que había sobrepasado los límites de los frondosos árboles y que se hallaba en tierras nuevas y lejanas, al sur y muy al sur.

Algo en su corazón le decía que era aquí donde habitaba su amada sin rostro, a la que conocería en poco tiempo. Descendió a tierra firme y se echó a andar preguntando a quien veía en el camino si conocía del canto bello que traspasaba fronteras. Nadie le daba respuesta alguna.

Hasta que de tanto caminar se topó otro pajarillo con extravagantes plumas algunas rojas y otras negras, que ya conocía a nuestro amigo de otra época.

-¡Eh! ¿Me recuerdas?, no conocimos en el verano pasado cuando volé hasta las tierras que están detrás de las montañas y nos conocimos.
-Claro que si amigo. Respondió un tanto cansado nuestro pajarillo.
-¿Qué te trae por aquí?
-Pues, una dulce voz que me atrapado y que tengo que encontrarlo, porque la he visto en sueños y sé que le devolverá el color a mis plumas.
-¿Y cómo es esa voz de la que hablas?
-Dulce como la miel de primavera, suave y melodiosa. Graciosa y encantadora. Suspiró el pequeñín.
-Mmmm, creo que saber a quien te refieres, pero es mejor que la olvides, no la busques más.
-¿Qué? ¿Por qué dices tal cosa?- Preguntó extrañado.
-Pues porque muchos han venido antes a buscarla, algunos la han encontrado y no les ha ido nada bien. Ella es como un canto de sirena, te atrapa y te envuelve y luego no puedes salir. Y tú amigo, eres muy pequeñín, con seguridad, sufrirás mucho.
-No sé porqué dices eso, pero no te creo, de todos modos quiero conocerla.
- Bueno, si así lo quieres, yo te puedo llevar hasta ella. La conozco. Pero que conste que te advertí…

Recorrieron algunas horas el nuevo paraje hasta llegar al nido donde pasarían la noche. Y fue allí donde se dio lo que tanto esperaba el personaje de nuestra historia. Aquel día, antes que oscurezca, llegó hasta ese pequeño nido, la voz dulce y suave que tanto había escuchado. Se encontraba de espaldas cuando llegó y al volver la mirada pudo verla. No podía creerlo, era tal como se la había imaginado. Si existía. No estaba loco. Era frágil, pequeña, graciosa, linda y encantadora…

No supo que hace el pobre pajarillo, solo atinó a abrazarla torpemente, sin preguntar nada antes. Claro que la dueña de la voz dulce, que también era una pajarita, respondió al abrazo inesperado con una sonrisa y la mirada esquiva.

-¡Que bueno que estés aquí!, te esperaba- Le dijo con voz baja.

El pajarillo descolorido no supo que decir y solo sintió que una sombra roja cubría sus mejillas.

Todo resultaba extraño. Había la sensación de esto no era nada nuevo, que ya se conocían de antes. Que el viaje largo y extenuante no había valido la pena en realidad. Se sintió confundido. Pero no dijo nada. ¿Qué podría decir?

Desde aquel momento todo transcurrió muy rápido. Las palabras sobraron y las miradas también. Y en medio de aquel ambiente incoherente, la avecilla multicolor invitó a nuestro pequeñín contrariado a pasar unos días y ver el hermoso paisaje de aquel lugar…desde su nido. ¡Estaba invitándolo a pasar las noches y los días junto a ella!

¿Qué creen que dijo nuestro amigo grisáceo? Pues nada, solo movió la cabeza en señal de afirmación.

Cogió sus pequeñas cosas y se marchó con ella. "Una completa extraña a quien conocía de toda la vida", al menos eso pensaba el pajarillo. No preguntó nada y emprendió el vuelo hasta donde ella lo llevaría.

Al llegar al nuevo nido, el pajarillo seguía un tanto pasmado por todo cuanto sucedía. No se atrevía a preguntarle nada. Solo permanecía en silencio...