martes, 20 de enero de 2009

No temas, no iré muy lejos


Espérame una vez más


Cierra tus ojitos. Cierra los parpados. Descansa lentamente sobre mis suspiros. No te apures en volver que pronto será diferente. No agites tus labios, no es necesario. Prometo quedarme en silencio hasta que el tiempo se vaya, hasta que las ventanas dejen de abrirse. Entonces podré contarte a solas el misterio de la melodía que compuse para tí. La misma que compuse hace ya varias semanas. Espera un poco más. Te ves tan linda.


Siente entre tus latidos el sonido de los recuerdos que han quedado atrapados en tus mejillas y luego cuéntame como te fue aquella noche que huiste de casa para mojarte bajo la lluvia y esperar por mi. Pero recuerda que no debes apurarte. Quédate un instante más, deja que dibuje tus formas y que atrape en versos, tus gestos y los vaivenes de tus manos.


Bajaré la voz un poco más, me quedaré en silencio eterno si es preciso, pero no salgas por el umbral. Deja que las sombras se deshagan en la estridencia de la rutina. No te molestes en ir a ver que sucede en las calles aledañas. Todo está como siempre, yo me cercioré la última vez y nada ha cambiado desde entonces. Tan solo déjate caer, no permitas que la calma se desvanezca. Tómame de la mano. Solo haz eso.


¡Que las tormentas cedan a la tarde naranja que se pone tras la colina! Solo así iremos hasta la puerta para ver pasar juntos los instantes vividos y los segundos que vendrán. Sé que no has olvidado los dibujos que hice para ti y que los escondí justamente en aquella colina a la que solías correr cuando niña. Pero esta vez solo yo iré hasta aquel lugar mientras tú mantienes los labios inmóviles hasta mi regreso. No temas, no iré muy lejos. Volveré pronto.


Y traeré conmigo las hojas de otoño para tus cabellos y traeré conmigo las montañas de ilusiones que alguna vez construiste para mí. También traeré las luciérnagas que me marcarán el camino de vuelta. Cuando parta, cerraré la puerta y también tu vestido ligero. Cuando vuelva, abriré las entradas y tu vestido. ¿Sonríes cuando digo eso? Pues ya verás que será así.

Pero esta vez quédate. No te muevas, no muevas los lazos que dejé en tus hombros. No te apures en soñar, tan solo deja latir cada parte de tus entrañas. Suelta los recuerdos anidados entre mil rincones y busca aquellas luces que alguna vez hicieron el camino hasta aquí.


Pero al instante –luego de volver la mirada- aparecen frente a mí, luces de colores, malditas imágenes entre mil recuerdos, entre mil caminos siguen detrás de mis jadeos. Apuran el paso y me hacen tropezar. Me cogen, me elevan, me mantienen en espacios siderales extraños. Mil volteretas trastornan la dirección de mis fluidos sanguíneos, mientras las dudas entre lo fantástico y las barreras de no pasar se rompen a mis pies y se tornan en coágulos de gotas viscosas.


Solo busco tus manos y tus mejillas para salir de esta vorágine y romper el cerco que nos ata a este lugar. Pero ya no estás. Dejaste los instantes por vivir y no me esperaste. Ni los lazos ni tu vestido están aquí. Me has dejado. ¿Había acaso algún motivo? El frío me sacudirá, no podré hacerlo sin ti. ¿Me oyes? Sé que me oyes…


(Miles de risas inundan el lugar y al final solo un estrepitoso sonido pone final a lo extraño de este relato).

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