jueves, 17 de diciembre de 2009

¡Maldito seas!

¡Maldito seas!

¡Si, maldito seas! ¡Mil veces maldito! ¿Acaso debería decir algo más? Pues no hay palabra alguna que logre dibujar mi espanto vomitivo. No habrá –ni ahora ni nunca- consuelo ni sombra para cobijarse. No hay más pasos por dar ni más respuestas por esperar. El reloj ha dejado de andar…

Cierro los ojos y no veo más que umbrales de dolor. Abro los ojos y la pesadilla ha sido perpetrada. Se ha escapado de los marcos del sueño tonto, se ha escapado y se ha metido entre mis manos y ha conseguido destruirlo todo. Todo. Todo. Todo…

¿Acaso debo huir de mis manos ahora? ¿Acaso debo cortar mis piernas y esperar sentado a que venga la negra nube de cenizas a que desgarre mi piel? Sinceramente quisiera cubrirme el rostro y sentarme debajo de la misma cama de siempre. Allí quizás no tenga miedo o quizás el miedo me encuentre allí desnudo y estúpido, se burle de mí y me envuelva una vez más.

En verdad no quiero salir más a ver el sol. Me quema. En verdad no quiero saber que sucede tras la puerta. Tan solo espero a que la última gota de sangre termine de abandonarme para emprender la retirada hacia campos inhóspitos y relajados. Es todo lo que deseo. Es todo cuanto añoro.

Quisiera gritar pero tengo los labios cosidos con cuerdas de alambre. Quiero llorar. ¡Si, quiero llorar!, pero no puedo, ya no tengo lágrimas. Quiero escapar, pero no debo sentirme cobarde. Quiero volar o volarme… Quiero soñar y creer que aún hay más sueños. Quiero que hoy acabe pronto.

Nadie podrá escucharme más, nadie podrá abrazarme más. Nadie podrá verme más. Ni familias felices, ni el perro en la entrada de la casa, ni la puerta de madera acogedora, ni los postres a las seis de la tarde, ni la comida caliente, ni los llantos consolados volverán a repetirse. Todo acabó.

“Yo no fui”. ¿Sirve de algo decir esto ahora? Creo que ya no. Si antes nadie creyó en mi, ¿por qué deberían hacerlo ahora? Pero dentro de mí, solo hay espacio para más oscuridad prolongada. “Yo no fui”, eso solo lo sé yo.


PD: Ahora si puede cerrarse temporalmente este blog

martes, 15 de diciembre de 2009

viernes, 6 de noviembre de 2009

Gris pálido y muerto


Gris y tú

Cuando vuelvo la mirada, estas ahí sin seguirme. No te has movido pero he sentido el dolor profundo de siempre. No has dado ningún paso pero ya has pisado todas mis huellas y no te has detenido a recogerme.

¡Que día tan gris! Gris todo y en cada pared de cada calle, hay más gris. Gris sin sentido. Gris que gotea y gris que hiere. El color preferido cuando se haya ido el negro envolvente. Gris es el manto del rostro quebrado y de la mirada perdida. Gris es la silueta de la voz rasgada y del llanto que no termina. Gris es el color que tanto me huele a ti, cuando te vas. Bueno, ya te has ido.

¡Estoy gritando! ¡Estoy con los puños cerrados golpeando las hojarascas de otoño! Estoy desnudo y cubierto de lluvia. Te he llamado más de tres veces. He creído que volverías por tus cosas y que al fin me llamarías. No ha sucedido eso. No me has visto, no me has sentido, no me extrañado, no me has deseado, no me has buscando, no me has querido, no me has sentido. ¡No!

Bajo las lágrimas se va formando las cicatrices de las mismas heridas de siempre. De los rincones golpeados van saliendo fauces de fieras que devoran todo a su paso. Ya han empezado a morderme las entrañas y no pararan hasta que cierre los ojos. ¿Y tú? Quieta, tranquila y demasiado lejos como para percibir mis desgarros. ¡Grito y no me oyes!

Voy comprendiendo que mis lamentos no te traerán de vuelta. Ya nada te traerá hasta aquí. He vuelto a cubrirme bajo mi cama. He vuelto a soñar con mundos lejanos y seres amorfos, he vuelto a tener mil voces punzándome, he vuelto a tener miedo, he vuelto a esconder mis manos entre mis piernas, he vuelto a dibujarme lugarcitos recónditos y he vuelto a extrañarte. ¿Ya para qué? Para cuando me vaya y todo esto quede en el olvido. Solo gris seguirá conmigo, gris pálido y muerto.

martes, 3 de noviembre de 2009

Hoy he vuelto a recordar...


Hoy, luego de muchas noches deslucidas he vuelto a recordar. He vuelto a recordarte.

Hoy tras unas largas horas vividas a medias, sin más nada que hacer. Sin el miedo contagioso que suele colarse entre mis bolsillos, he vuelto a recordar. He vuelto a recordarte.

Y he leído el puñado de cartas tiradas y las cuantas letras agotadas que se han impregnado en cualquier espacio que huela a ti. Y he visto las palabras bonitas, aunque sin rima, que me has dibujado. He podido sentir los latidos uno tras otro que se habían perdido tras la ultima noche a solas en el lugar de siempre.

Tu voz me vuelve a sonar a bocanadas de viento. Me vuelve a sonar a mil sonidos chispeantes. Y sin embargo me veo a mil leguas de ti misma. Hoy vuelto a recordar. Quizás no lo sepas. Quizás nunca te lo diga, pero hoy he vuelto a recordarte.

Tras los pasos están las historias que nadie ha contado pero que hemos vivido. Tras el silencio de la indiferencia están las imágenes de todo cuanto probamos. Ahora ya es tarde y tú no sabes de donde te hablo y yo no sé a quien le escribo.

Seguramente esta será otra de las cartas indescriptibles que no entenderás y seguro que nunca lo leerás. Puedo presentir que ya hace buen tiempo me has echado de tus rincones y no esperas a que vuelva a verte por la esquina. No esperas más a que vuelva a decir tu nombre. Ya no lo esperas ¿verdad?

Hoy he vuelto a recordar y no ha pasado nada. Me he buscado alguna música trepidante hasta la médula y no ha pasado nada, no he conseguido calmar las tensiones ni bajar las pulsaciones intermitentes. Hoy he vuelto a pensar. A soñar, ha reírme y a secarme la misma lagrima. Hoy he vuelto a saber que no existes. Hoy he golpeado la pared en tu nombre. Hoy me he quitado tu nombre. Hoy he vuelto a recordarte.

lunes, 10 de agosto de 2009

Vacío abrasador

El final del camino

…Y he logrado abrir los ojos. Y lo he logrado luego de tanto y tanto esfuerzo. Con las ganas que me pesan, con las mismas ganas con las que veo caminar los segundos. Con las mismas ganas desganadas y taciturnas que merodean cerca…

Y me he llevado las manos al rostro. He removido todo de principio hasta casi el final. Casi.

He notado los brotes de nostalgia que hoy se han esparcido con más fuerza entre mis mejillas. Mis dedos han sentido las llagas supurantes de pesadillas pasadas y lastres latentes. He cogido mis brazos y el resto de mi cuerpo para poder armarlo en pos de una nueva andadura en las mismas calles grises de siempre, o de casi siempre.

Ya con los huesos pegados y la piel revuelta sigo los pasos que ya he dejado marcado anoche. Pero aún es temprano, muy de madrugada y no tengo más sueño. Sigo los pasos que me llevan en direcciones diversas y siento el latir de mis impulsos que se exaltan al ver pasar el aire que juega… Que juega con los cabellos de las niñas transparentes y dulces, que juega con las ilusiones ilusas de quienes tratan de verse en algún charco. De verse lindos y buenos.

Por cada paso que doy, recibo dos golpes casuales de los codos de quienes andan apurados como escapando de los miedos en casa. Por cada esquina que logro cruzar recibo de tres a cinco empujones de quienes viven en sobresalto por los constantes vaivenes de quien sabe qué. Pero no importa, debo seguir el camino que me lleve lejos de aquí. Muy, muy lejos.

Pero recuerdo que debo comprar ciertas cosas. Reviso en los bolsillos imaginarios que llevo en la ropa y solo hallo un imperdible que había extraviado y un cigarrillo roto de hace dos semanas. Sigo buscando y encuentro algunos besos ya marchitos y dos confesiones incompletas. ¡Al fin encuentro las monedas necesarias!

Necesito un poco de paciencia y algo más de esperanza. Quizá un cuarto de abrazos, medio kilo de consuelos y un poco más de momentos felices. También debo llevar muchas, pero muchas respuestas. Las necesarias para aliviar mi hambre de años pasados.

Pero por aquí me miran de manera extraña. He sentido que alguien se ríe de mí cuando digo palabra alguna. He sentido que dos tipos hablan en voz baja señalándome. He sentido el barullo hipócrita de quienes me miran y no me ven. He sentido sus voces lejanas sobre mis hombros y me ha pesado. He sentido sus rasguños venenosos y la indiferencia que no perdona.

Sin esperar a que suceda algo más, he salido de ahí corriendo. He corrido sin parar y sin detenerme a secar mis lágrimas, ya no me importan. He corrido mucho, despavorido. He corrido en silencio, no me he detenido… ¡Tengo miedo! Lo grito en mí, no quiero que nadie más lo sepa. Intenté abrir más los ojos y casi los pierdo. He intentado recoger mis miedos y sacudirlos hasta perderlos. He intentado alcanzar los pasos del resto que aquí moran, pero no he podido.

Ya casi logro llegar al final del camino, donde todo acaba. Donde empieza el vacío abrasador. Donde no habrá que dar más pasos ni recoger más huesos. Donde no habrá más empujones ni más tristezas. Donde no habrá ni mañanas congeladas ni noches a solas, ni llantos debajo de la cama ni puertas cerradas. No habrá ni dolor ni susurros. Ni cantos a media voz ni estridencias oscuras… por fin estaré donde debo estar. Si no soy de aquí, cuando alcance el final del camino podré ver a quienes respiran como yo y quienes pueden volar hasta el sol. Allí pertenezco, hasta allá voy…

domingo, 19 de julio de 2009

¡Imagina!




A solas

Cierra los ojos. Cierra los ojos. Cierra los ojos. Respira lentamente. Lentamente respira y deja que tus cabellos se suelten al unísono del viento suave y ligero. Toma mis manos e intenta introducirte en mis recuerdos. Toma mi piel y llévala contigo. Abrígate con ella. Sabes que el inverno es largo y crudo, que no perdona. El camino es lejano. Cierra los ojos, pero mírame. Aprieta mis latidos y luego imagina.

Imagina. Sí, imagina. Imagina ahora y mil veces más. Imagina que mis brazos te alcanzan y te elevan. Imagina que mis impulsos son los tuyos. Imagina que mi calor te pertenece. Imagina con más fuerza aún, que este pedazo de tiempo puede quedarse congelado en nuestras pupilas. Imagina lo inimaginable. Imagina lo absurdo y lo irreal. Imagina desde el cielo hasta las praderas y ayúdame a construir este espacio fugaz pero muy nuestro.

Imagina, ¡pero no me sueltes las manos! Promete que no lo harás. No se lo he dicho a nadie, pero tengo mucho miedo. La soledad melancólica me asusta. Y me asustan sus filosas garras hirientes y el vacío que no tiene color también me asusta. Y si mañana despierto y tú no estas, seguro que también tendré miedo. Ahora no me preguntes mas nada, solo no dejes de abrazarme.

Ahora siente mis labios explorando aún más allá de los tuyos. Siente como bajan con fragilidad por tus mejillas hasta los bordes de tus hombros sensibles. Imagina y siente mis manos que recorren tu cintura y dibujan corales, siluetas sin estar debajo de la luna. Imagina los gestos inesperados que se puedan producir. Imagina las marcas que han de notarse luego de pasar por tu cadera. Siente el dolor apacible al contacto con mi cuerpo. Siente la ternura del beso que se prolonga, que no acaba. Y siente tus senos libres al viento entrelazándose con mi boca. Con mi boca que se abre paso entre lo terso de tu candor.

…Y tu cuerpo que ya no está aquí, que ya no es tuyo, ahora divaga entre cientos de movimientos incesantes e insistentes. Ahora gravita entre lo intenso de las mil formas que puedo ver y talvez entender. Y tus formas y tus detalles ahora son parte de mis sentidos y de mis sueños. ¡Pero sigue imaginando niña! Nunca dejes de imaginar. Vuelve la mirada hacia los segundos apasionados y vuelve los recuerdos hacia el punto de partida de esta historia, nuestra historia.

Y con el mismo rito de la imaginación que todo lo puede, siente el fragor intenso dentro de ti. Siente el momento eterno que jamás ha de perderse, siéntelo entre tus gemidos. Siéntelo entre tus piernas apuradas y entre tus deseos interminables. No temas saborear lo dulce del momento más salvaje y no temas equivocarte. Aquí nadie nos ve. Lo oscuro de la noche y lo denso del follaje nos oculta de las miradas chirriantes…

Imagina y siente el espasmo recóndito y trepidante. Imagina cuando pierdas la noción y la razón de ser y ya no ser más quien creíste ser. ¡Libérate y libérame! Pierde la paciencia y suelta los gritos más detonantes que alguien se pueda imaginar. Introduce tus uñas en mi espalda. Desgarra los pudores y rompe la tranquilidad ¡Tómame las manos y no las sueltes! ¡Ven conmigo! Cierra los ojos e imagina… Una vez más, imagina.

martes, 7 de julio de 2009

Aún espero por ti



Espero que vuelvas otoño

Cuando las hojas vayan por pedazos entre los zapatos sucios y cuando la última lagrima sedienta de calma termine el recorrido árido, talvez sienta que los sueños de colores me den golpes en el rostro…

Me prendo otro cigarrillo y creo ver esas hojas. Esas hojitas de otoño pensativo, de otoño vencido. Vuelvo la mirada por más. Busco en el suelo y recojo las migajas de manos y pies que pueda ver. ¡Allí estas! ¡Estas allí! ¿Eres tú, verdad?

Ni miedos ni mieditos, esta vez es diferente, esta vez mi mente da mil volteretas y salta juguetona de aquí, por aquí y por allá, mientras al compás de los sonidos chirriantes me lleno de espasmos fulminantes e intento perder la calma. No me equivoco. Lucho sin tregua. ¡Quiero perder la calma!

…Y quiero perder la cordura y la razón de ser y no ser lo que siempre quisieron que sea. Sea como sea debo desatar las agujetas que me aturden y debo desatar la saliva contenida y jugar a ser yo en medio de mil cuentos, entre conejitos con sus sombreros de copas y mujeres sin rostro. Entre mil hojitas de otoño desesperado…

¿Eres tú? ¡Dime si eres tú quien golpea la puerta! Sabes que no abriré si no eres tú. Todo esto me lo invento mientras espero a que vuelvas de aquel lugar sin color. Mientras espero que caiga la ultima gota viscosa del vaso. Mientras espero que sea de medianoche entre más oscuridad y jamás, óyelo bien, ¡jamás!, amanezca.

Y no vienes y no dices palabra alguna y yo sigo aquí ahogándome y riendo sin parar. Veo mi rostro entre mil libros rotos y desperdigados. Veo mi sangre sin color y mi garganta seca y resentida. Me duele todo, pero no quiero aceptarlo. Si tú no dices algo ¿porque debería hacerlo yo?

A duras penas me arrastro hasta tus pies, allí donde puedo ver tu pequeña falda rasgada. Los demonios aquí dentro no me dejan llegar con facilidad, pero sé que puedo conseguirlo…

Tomo tus pies entre mis manos y entre mis labios, subo con cuidado por tus piernas jodidamente frías. Y tu pequeña falda esta vez no me excita, esta vez no me interesa, esta vez tus lagrimas y las mías no pueden sentirse. Tus brazos y tu cadera se pliegan a mis sentidos y al fin veo tus ojos tétricos y desorbitados. Veo tu boca ensangrentada que no se mueve. No te oigo. Es que en serio no puedo oírte, debes hablarme más fuerte. No creo que sigas enojada por los golpes y por las caricias, ¿verdad?

Debes decirme algo más. Debes mirarme y prenderme el siguiente cigarrillo. Debes bailar para que la noche no acabe. Debes besarme como siempre. Debes cogerme del cabello y tirarlo contra la pared, debes desnudarte y dejarte llevar, debes respirar. ¡Debes respirar! ¿Qué sucede? No puedo llegar hasta ti. ¿No me has dejado otra vez, o sí? Vamos, vuelve y dime que no lo has hecho, dime que otoño no morirá. Dime que otoño seguirá conmigo. ¡Dímelo!


domingo, 21 de junio de 2009

...Y te has ido.

Tanta nada
Y te has ido. Y lo has hecho por fin. No ha importado las preguntas eternas ni las respuestas que siguen esperando. No ha importado lo secretos recónditos y las lágrimas acidas que jugaban en mi piel, tampoco han importado.

Aunque la voz del viento te ha dicho que vengo por detrás y a pesar del dolor acumulado en mi espalda y de los golpes de constricción que me he propiciado no he podido alcanzar tus pasos latentes y lejanos.

Hasta la sombra escondida con sus suspiros azules y hasta los cantos nocturnos de esquinas han importado poco a la hora de emprender la retirada…

Ya ni tengo fuerzas para levantar la mirada y ya no queda agua en la vasija. No podré volver al inicio, me he perdido entre lo espeso de tus miedos y lo turbio de los prejuicios que compartimos sin darnos cuenta.

No tengo más que decir. No asomaré mi nariz por la ventana entreabierta. Me has dejado varado entre mil rocas, me has dejado a solas como cuando se deja las ganas de más ganas. Me has dejado y me has escuchado. ¿No has podido decirme algo más?

El color de la luna y los pasos pisados han de seguir igual. En medio de tanta nada y de mucha desesperanza yace mis lágrimas tibias aún. Yace mi cuerpo también. Esta vez no espero que vuelvas. Casi puedo creer que ya no lo harás…

jueves, 28 de mayo de 2009

¡Y que corra alegre y salvaje!

Esperar la esperanza desesperada


La mañana ha partido irremediablemente y no se sabe si volverá. Los grillos noctámbulos están sedados y sin fuerzas para el jolgorio. Lo fugaz de un instante a solas hoy se torna en largas avenidas de veredas destruidas y a menudo se vuelve torpe el andar. Y el desconsuelo se viste de tacones y minifalda… ¡Vaya espasmo de gris realidad!... ¿Qué hacer?

Alguien podría decir –a media voz, claro- que basta con recostar la cabeza y mirar el espesor de la neblina que atiborra la ciudad o quizá cerrar los ojos y pasar el umbral eterno y tenebroso en busca de ese “algo más”… Yo ahora no lo creo.

Mientras los zumbidos suceden uno tras otro y mientras me dibujo con temor los rostros de quienes fueron, alguna vez, parte de mí. Mientras los aullidos desafinados acechan en derredores, yo busco en el suelo o más abajo, algo que pueda zurcir cada espacio quebrado que arrastro sin remedio, aparente.

Es cierto, que este andar destruido y melancólico que guarda secretos estridentes y espesos por momentos parece llenar mis retinas llorosas y las estremece como cuando niño solía desgarrarme debajo de las sabanas o lo que estuviese bien como para morir un rato.

Pero, siempre hay un pero. Esta vez y aun a costa de los rostros famélicos y lacerantes y aun a pesar de las voces lejanas, creo que puedo ver la tenue luz debajo de la puerta. ¿Tengo cinco años acaso? No espero una respuesta ahora. Ni siquiera espero que alguien sepa de mis abstracciones. Abrir la puerta y dejarla así, estará bien. Lo sé

Y necesito un empuje salvaje y un clamor que estremezca y necesito dos manos más y muchas caricias tibias cada instante por vivir. Necesito lo sobrio de un cantar a orillas de los sueños y necesito la furia del mañana mejor y claro que también necesito la tierna violencia que pueda gestar nuevos bríos para continuar de pie en medio del vendaval, en busca de una esperanza que sea fuerte y torrencial, que corra desbocada junto a mí y que jamás, jamás se le ocurra dejarme solo. Por favor.

jueves, 14 de mayo de 2009

Noches sin lunas


Esta es una noche cualquiera, que no trae expresión alguna, que no se viste de color y que no sabe a nada. Que no sabe a donde ir y que se sienta resignada en alguna vereda de las turbulencias aledañas.

Solo el sonido del césped pisado marca el compás de algún titubeo a media voz y los cantos descollantes de algún ser párvulo se trepan a las rimas que podrían destilarse en esta noche que no tiene forma y que al parecer no quiere dejarse ver.

No hay estrellas a lo lejos, ni faros cercanos. No se avizoran los curiosos habitantes que suelen poblar las faldas de los cerros imaginables y hace ya varias horas que el frío atormenta nuestros ojos inertes.

Hoy, esta noche que no tiene luna y que no tiene aullidos macabros ni cuerpos fogosos, será una vez más el marco imperfecto para adentrarme en las penumbras y salir con lo que pueda en pos de algo nuevo que contar…

domingo, 19 de abril de 2009

Tiempo de elegir


Surcando otro camino

Dos paredes reflejan las opciones a seguir
y las ganas de romperlo todo siguen atravesando mis retinas
y las cosas absurdas aun zumban en derredores

Las fuerzas con las que corro parecen languidecer.
La forma en la que alzo la voz ya no basta,
sin embargo, es tan simple cerrar los ojos para no sentir,
sin embargo, no se me permite tal elección…

No he dejado de pensar en todo lo que ha sucedido.
Ni los golpes de entrañas, ni los abrazos pervertidos,
ni las caricias por debajo de tu cintura ni los espasmos prolongados…

Aun así, tengo que buscar tras el alambrado
y saber que hay más vida después de ti
y que hay más voces y más miradas.

...Siento el latido de otro corazón calmado
que no es el tuyo y está fuera de
estas dos paredes. Y muy lejos.

No cierro los ojos. Ves que sigo sangrando
y aún así no vienes. Ya no te necesito.
La esperanza cree que podría dar el siguiente paso
y yo creo que podré hacerlo. ¿Qué crees tú?

jueves, 19 de marzo de 2009

Postrimerías de lo inevitable


Cuando acabe la función

Las gotas del crepúsculo han dejado de palpitar tras la colina. Las intensas llamaradas de llanto y desesperación aun pululan en derredores. En medio del salvaje festín de voces y sudor, se puede sentir las gravitaciones de una y otra cosa. A cada instante se producen jolgorios de tardes perdidas y viernes por la noche. Se producen palmazos de desconocidos y jadeos pusilánimes. Y las dudas no cejan ni me dan tregua.

Se ha roto el cristal del escondite al que solía recurrir, se ha quebrado en muchos pedacitos y casi no puedo hallar ninguno. Al mismo tiempo he dejado de percibir la luz de las estrellas polares que jugaban al canto de los grillos. Y los minutos transcurridos y las mareas que mojaban mis talones, van cediendo al enorme espacio de la nada... De la nada sigue emergiendo el hedor que atiborra cada mano que tengo y me hace torpe frente a lo sucedido.

Intento construir el templo donde sentarme a observar mi creación, pero hay alguien más allí. No me deja entrar y me dice que ya hay un dios imberbe de miles de años, que seguirá controlando los destinos simples de cada organismo vapuleado.

Sigo intentando refugiarme, quizás debajo del sombrero del granjero hirsuto o quizás debajo de las faldas de las niñas dulces y frenéticas. Busco en medio de las cándidas sonrisas, de las cínicas miradas que siguen mis huellas. Revuelvo los vestidos cortos y obscenos de las mujeres que han sobrevivido a mis emociones y por algún motivo extraño, no encuentro nada.

La nada sigue en mí –ya no sé si eso sea posible- y me retuerce con facilidad, me llena de vacíos y me constriñe a situaciones hostiles, mermando mi voluntad y mis deseos. Solo importan sus deseos. Los deseos de alguien inexistente. De alguien que cada noche y tras el crepúsculo de la colina, sigue danzando para mí. Me lo sigo creando y me lo sigo creyendo. Los jolgorios y las tardes de los viernes perdidos siguen siendo el marco excepcional de orgías y noches paganas, de frenesís y extravíos. Siguen llenando mi almohada sucia y mis historias que ya no quiero contar.

Ni yo creo seguir la ilación de mis cavilaciones. Pero puedo sentir que siguen desprendiéndose en cada suspiro, en cada latido y en cada palabra arrojada a las fauces de los lobos que dicen entenderme. Sin embargo poco importa los caminos que deba seguir. Es cierto, aun no hallo el motivo de mis días, pero quiero dejar constancia de mi paso por lo efímero. Quiero justificar lo recibido y retribuir mil ecos de silencio que ahora mismo, siguen ahogándose en alguna parte del lado izquierdo, aquí sobre mi pecho.

Solo dejaré de cantar estridencias cuando el llanto me abandone y cuando los palmazos desconocidos y los jadeos cansados se pierdan a lo lejos, por entre las luces del final del camino y el principio de un nuevo vacío envolvente. Solo dejaré de seguir a la luna cuando ésta ya no quiera verme y cuando las nubes que siguen llorando por mi, cierren sus parpados y busquen otro consuelo. Solo cuando la brisa de otoño caiga en otra dirección y solo cuando el gatillo por fin se suelte. Solo diré gracias cuando haya que decirlo y cuando la función haya terminado. No antes. Que quede claro.

Las viejas calles


Como cada noche...

…Las viejas calles -del mismo barrio- acompañan recuerdo tras recuerdo de las tantas noches que a solas y en silencio solía perderme…

Esquinas repletas de nombres perdidos y botes de basura desafiantes, en medio de perros harapientos y vestigios de razón. Faros a media luz y veredas cercenadas. Aullidos espasmódicos que reflejan lo decadente del porvenir. ¡Allí en medio de los charcos viscosos surge una flor maloliente que llama nuestra atención!

Bordes desbordados de las largas avenidas que ofertan carne descompuesta y caricias a precio módico. Lunas de cuarto menguante que se caen de a pocos en medio de las procesiones falsas y tumultuosas. Rugidos famélicos se dejan oír en cada cruce de calles…

Miradas sórdidas y palabras incompletas van construyendo el marco casi perfecto de la madrugada seductora. Gordas y viejas, arrastran sus penas y los años que deben seguir este suplicio. Las manos que se mueven cual reflejo de luz, ya te han despojado de tu intimidad y tu inocencia. ¿Lo notaste?

Los viernes salvajes y los sábados peores se entrelazan en nuestras retinas como fotos secuenciales. Cada uno guarda misterios gozosos y hasta gloriosos, pero jamás uno solo piadoso.

Mientras me prendo otro cigarrillo y apuro la vista, sigue pasando a través de mis cabellos, los intensos aires provocados por los cardúmenes vandálicos que atizan el hedor exquisito de un detalle más para esta historia que se embriaga con el aliento de las amantes frívolas que esperan a por mi.

…Noches paganas, madrugadas malsanas, mañanas incesantes, tardes estúpidas y de vuelta al inicio. Vicios perturbadores y esquinas infestadas de cuervos nefastos que pretenden atemorizarme. No lo lograrán. Sin embargo, las ideas se van diluyendo cuando solo puedo ver el cuerpo sinuoso de algún ser extraño de estas orbes.

Calles tan llena de botellas rotas y manos cortadas, de rostros fieros y verdades compradas. Tan vacías de esperanza y color chispeante. Así son los barrios de barro que componen los tórridos romances y las semblanzas desdibujadas en mis secretos. Ahora, ya no muy secretos.

Y así paso los días, entre casa de basurales y fantasmas de color gris. Enfurecidos y alucinados, trágicos y melancólicos, solo salen de noche y nunca al mediodía. Ni son villanos ni superhéroes, son habitantes condenados de este pedazo de nada, de este trozo de algo que se descompone y hiede a desolación.

Escapo y regreso y todo sigue allí como siempre. Me esperan y saben que también yo soy parte de lo inmundo y corrosivo. Sin cantos aurorales ni diatribas justificadas van sucediéndose las esquinas y los faroles ahumados. Las señoras prejuiciosas nunca dejarán de mirarme o de seguirme a cada lugar. Ellas también son parte de este lugar abandonado por la cordura.

Aquí en silencio y a solas, recuerdo estas calles viejas y corroídas, donde tantas veces me perdí…

viernes, 13 de marzo de 2009

Soledad


...cuando vino a buscarme


Y la soledad hoy ha salido a jugar tras la vieja pared de la cuadra siguiente. Ha salido junto a sus viejos recuerdos que arrastran nostalgias y nada más.

Y la soledad hoy no ha querido pasar a darme un saludo. Hoy se ha propuesto jugar hasta caer rendida de cansancio tras los mismos arbustos que nunca crecerán. Ha dicho en voz bajita que por ahora dejará que cierre bien mi puerta y que no hará ruido al pasar. Además ha dejado escrito en la pared del frente que no tema, que no es tan mala como suelen decir.

Y los juegos de los que gusta, son extraños, como si solo ella los supiera. Claro, se los ha inventado y no quiere compartirlo con nadie más. Salta muy a menudo y se deja llevar como hoja de octubre en medio del camino agrietado de cualquier lugar.

Sus viejos recuerdos hoy están empolvados como casi siempre, pero no parece importarle. De todos modos ríe con ironía y se mofa de quienes la miran. No parece importarle ni los trapos sucios que lleva puesto.

La soledad tenue y parca, famélica y extraña, luce sus suspiros para que los pueda oír, Siento que trata de llamar mi atención y percibo su esfuerzo denodado por atraerme hasta sus brazos mendigos de palabras, de palabras, de palabras.

Me ha dicho que no hay de que preocuparse, que no seré su acompañante hoy, pero no se si sea cierto pues siento sus pasos que ya no juegan, que ya no saltan tras los arbustos, vienen tras la puerta y me da cierto temor.

Casi puedo sentir su aliento y sus sonidos al andar, puedo sentir su infinito misterio que viene a por mí. Esta soledad que gusta de juegos taciturnos y de sueños siniestros, no dejará de rondar mis latidos. Su voz bajita casi emite rugidos desesperados. Creo que romperá la puerta, creo que romperá la pared y mis mejillas. Creo que romperá mis manos y cada parte de mi refugio.

La soledad cansada de ser ella misma, hoy viene a mostrarme las gotas de sangre que ha podido juntar luego de sus huidas a medianoche tras cualquier despojo viviente. Pero hoy está aquí.

La soledad hoy me dijo que no vendría a por mí. Pero me ha mentido.

jueves, 19 de febrero de 2009

Ecos sin tiempo


Ecos sin tiempo esparcidos entre mil hojas de otoño austral que van dibujando los caminos empolvados de nuestros recuerdos. Asediados estamos entre mil parajes. Impávidos de emoción. De pie frente al espejo quebrado, donde solo se refleja las tirrias naturales y las blasfemias inocentes.


La conmoción atiborra cada recoveco lejano y engendra nuevas formas de dominación que ya se siente en derredores. Mientras sonrisas pizpiretas adornan los pensamientos de cada niña que hoy ha venido a verme. En tanto soy nostálgico, soy suspicaz. En tanto soy fatuo soy algo así como una pequeña mancha en las sabanas rasgadas.


Ojos extraños se posan tras el vergel que hoy luce casi muerto. A continuación vienen a mí tantas brisas de cada abril, tantos cantos de grillo y tantos olvidos que nunca recuerdo. ¡Allí en medio de la nada absorbente se erige tu imagen descollante! ¡Allí en medio de los girasoles y las petunias he dejado el olor que reconocerás cuando vengas por mí! ¡Aquí seguiré! Solo tienes que venir.


Lo cierto de las dudas es que nunca se irán, que forman parte de las noches frenéticas que aguardan por mis pasos. Lo cierto es que cuando recuerde los ecos sin tiempo y los mil parajes o las tirrias irritables y las sabanas manchadas, volveré al inicio de cada trozo de verso. Volveré a ser el mismo puñado de letras que por siempre, intentarán dar vida a alguien más que no sea yo.

Y los caminos que me ha tocado recorrer no dejarán más rastros que el polvo pisoteado por tantas huidas a solas. Ni las conmociones ni las niñas con sus rosas extrañas volverán a ser mías. No importará que haya respirado como indicaron, tres veces cada mañana y después de cada pelea.


Tantas cosas por decir, de las que solo un granito, va a parar en tontos recuerdos impregnados de vanidad y zurcidas para el malestar de quien pueda entenderlos. Tanta sangre por contener y tan solo una cosa en mis latidos, ser alguien muy diferente para cuando aparezca el sol, ese sol que casi nunca brilló para mi. Casi nunca.


Amanece más pronto de lo esperado. No tuve tiempo de sacudirme los zapatos ni de sujetarme la esperanza. Sigo creyendo que nadie me verá. Que nadie sabe donde estoy, solo tú. ¿No te das cuenta de mis cantos? ¿No oyes mis cadenas y no sientes mis únicas veces de lucidez? ¿No recuerdas la mañana de octubre o las noches de otros meses? ¿Puedo seguir preguntando?

domingo, 15 de febrero de 2009

Días de insensatez

Espesa neblina entre mis recuerdos
Los golpes han dejado ya de caer. Las ráfagas intermitentes de puñaladas y las gotas de rocío agrio se han esparcido por las esquinas. Las cortas horas de suicidios continuos han dado paso a la quietud. Las traiciones ínfimas siguen detrás pero no me alcanzan. Puedo correr más rápido. Lo sé.

Tengo las manos cortadas y curtidas. Tengo la espalda lacerada y los tímpanos disonantes y aunque mis labios hoy están amoratados aún puedo decir una que otra palabra. Aunque nadie me escuche.

Ahora solo quisiera ser la melodía de la voz del pájaro cantor, solo quisiera ser la tonada de las mil lenguas que recorren el mundo en busca de un poema. Quisiera ser el suspiro luego de la victoria y la brisa tras la intensa batalla en la llanura.

Me siento cansado, he peleado más de la cuenta y no me siento bien. He vencido y tengo la sangre de mis enemigos entre los dedos, pero no me siento bien. Hay hedor a sucia gloria pero no me siento bien.

A pesar de lo parco de mis recuerdos y lo pusilánime de mis deseos, debo seguir corriendo, junto a las libres del camino, libérrimas y soñadoras. Debo emprender los tantos vuelos que he postergado por temor o por lo que sea. A pesar de lo espeso de la niebla y de las lagunas mentales formadas en cualquier paraje desolado de mis inseguridades, debo cortar la maleza y apurar los pasos. Tras las montañas de lo desconocido ha de estar el bosque azul al cual hago tantas avocaciones.

Confieso que he mentido tantas veces y que tantas veces me han mentido. Por más que busco el hilo conector de mis laberintos no lo hallo. Lo he perdido entre los mil periódicos que nunca acabo de leer. Confieso que he deseado partir de aquí dejando inconcluso las cosas y que muchas veces he sentido miedo a estar despierto. Tantas veces he escondido mis manos y con las uñas carcomidas he cogido mis mejillas, tan solo para lastimarme.

Mientras trato de recordar algo más que pueda mencionar y que convenga en esta historia, no puedo evitar las cavilaciones y las sensaciones de perder la razón, los sueños, las ideas, las esperanzas y las ganas de más ganas. Así de absurdo suele tornarse los relatos cuando no se tiene más que decir, cuando se tiene más que contar historias de nadie, historias de otro lugar, historias sin sentido y tan llenas de pocas cosas.

Hoy por la noche seguiré quemando algunos libros más y cubriré cada espacio de mis paredes con esos papelitos incinerados. Quizás así deje de oír esas voces. Si tan solo alguien pudiera entender que no quiero más charcos de violencia ni más detalles de injurias. A penas empiezo a respirar y ya no hay más aire. ¿Dónde están las promesas de niño? ¿Dónde esta el aire nuevo que vendría a mi? No sé si deba seguir buscándolo.

viernes, 30 de enero de 2009

Ya no quiero esconderme


Cuando vuelvas a verme...


Ya no quiero esconderme. Ya no volveré a taparme los ojos ni me verás de espaldas. Nunca más pediré perdón, ni a ti ni a nadie. Coge lo necesario. Aprieta tus dedos y consigue lacerar mis sentidos un poco más. Sabes como hacerlo. ¡No te pediré más nada! ¡Escúchame bien! Termina lo que has iniciado. Hoy quiero sufrir contigo.

Arranca la furia contenida en las orbitas estelares de tu inconciencia. Lanza las diatribas estentóreas fulminantes. Lanza los dardos ponzoñosos y llena mis ojos del virus infecto-contagioso que contienes en tus entrañas –si las tienes- y deja ya de mirar a todos lados. No ves que estoy aquí. Destruye todo cuanto veas. No permitas que quede un solo gramo de esperanza incólume y asegúrate de esparcir el miedo por si alguien se atreve venir a ayudarme.

No te preocupes en bajar la voz, ya todos se han ido y no hay porque ocultar los golpes que tanto te gustan y que ya no me son extrañas. Has conseguido que disfrute del dolor y que enferme hasta reventar. Has conseguido que cierre mis labios con agujas muy gruesas. Has conseguido que día por día me corte un poco de piel. ¿Ves estas marcas? Son obra tuya, siente feliz por ello. Yo lo soy.

Grita con más firmeza. Aquí junto a mis latidos debe quedar algo de vida. Ni tú ni yo queremos que las cosas queden así. Aprieta, aprieta más. Aprieta más. Siento que el aire aún puede pasar a través de mi garganta. Quisiera ayudarte, pero ves que no tengo manos. Una me la quitaste tú y la otra tuve que dejarla porque ya no me servía.

Vuelve tortuoso este momento. Sé que puedes dar más de ti. Créeme que no diré nada. De estoy seguro. Nadie me creería. Nadie nunca me ha creído. Han pasado tantos miles de momentos los cuales solo he podido pegar junto a mis figuritas de cuerpos destrozados sacados de algún diario barato. Tú solo ocúpate de borrar toda huella de violencia del suelo, más no de mi cuerpo.

¡Desaparece este olor que llevo impregnado! Saca de mi lo peor que puedas hallar. Hazme daño, mucho daño. No quiero un solo segundo más de tranquilidad. Graba esto en aquella vieja cámara y luego déjala dentro de un sobre para que todos puedan verla. Pero no salgas sin antes dibujar una sonrisa irónica en mi rostro con la misma sangre que pueda emanar tras esta dura jornada.

Cuando ya hayas acabado con todo solo pon los restos en las bolsas negras que traje para ti y abrázame fuerte. Despídete de mí y dime cuanto me quieres. No te lleves nada de este lugar, las manchas podrían delatarte. Solo deja que el tiempo haga su trabajo y olvida lo que sucedió. Creo que eso es todo por ahora, mañana cuando vuelvas te pediré un poco más.

jueves, 29 de enero de 2009

Miedo, miedo, miedo.


¿Aún tienes miedo?


Miedo, miedo, miedo. Corres con prisa hacia tu habitación, saltas sobre la cama y rompes en llanto. Te cubres con lo primero que encuentras y esperas a que todo pase. Cuentas las horas y sientes que todo se desploma sobre ti sin remedio.

Miedo, miedo, miedo. Levantas la mirada a ver si ya pasó el frío temporal y tratas de reponerte. Tras unos pequeños segundos, no puedes hallar el motivo del susto, el llanto y el miedo que han estrado tras tus pasos todo este tiempo. No logras ver más que tus mejillas rojas y tus manos pálidas las cuales van perdiendo su forma un poco más.

Y un poco más te has dejado caer, te has dejado soltar. A cada instante vas perdiendo la noción de los latidos que marcaban el ritmo de tus días. ¿Y el miedo? ¡Allí! Se expande como una gran sombra e impregna de un sucio hedor las ventanas aledañas. Te has convertido en las partículas de un todo exorbitante y absorbente que te dice lo que tienes que hacer.

Te ha dicho que existen fantasmas debajo de la cama. Te ha dicho que la oscuridad te matará. Te ha dicho que la calle es un largo infierno sin salidas. Te ha dicho que dios existe. Te ha dicho que todo está bien y que no hay de que preocuparse. Te ha dicho que no eres capaz de volar por encima de los tejados y que eres muy pequeño para ver más de lo debieras.

También te ha puesto barreras que no te permiten salir. Te ha cortado las piernas para que no puedas llegar hasta el otro lado de la casa. Te ha colocado mil vendas en la boca para que nadie sepa de ti. Te ha cubierto los ojos, con sus largos dedos. Ha dicho que el atreverse a vivir no es para ti y que mejor te preocupes en callar. ¡Siéntate allí, en aquella esquina! ¡Con la mirada gacha y los labios apretados! Y tú lo haces.

Muchas veces te has sentido sucio, confundido, estúpido, enfermo, contrariado, negado, golpeado y trastornado. Te has sentido como un pedazo de carne bajo un inmenso cuchillo. Hasta has logrado sentir el mismo dolor que se siente cuando se abre los ojos por vez primera o cuando alguien te los cierra con violencia.

Miedo, miedo, miedo al vacío, al mañana, a la noche y sus misterios. Miedo a las arañas que descienden tras los recovecos de tus propios sueños. Miedo a soltarte y saltar un poco más. Miedo a llorar frente al espejo. Miedo al rocío que intenta lavar tu rostro. Miedo a los espasmos inmanentes que aparecen y se van. Miedo al dolor y al amor que habitan en ti. Miedo a la voz altisonante que degrada tus sentimientos y te constriñe con gestos horribles.

¿No te das cuenta que todo es mentira? Nadie se da cuento. Lo sé. Pero intenta abrir la ventana. No permitas que te obliguen a ver la rutina de los minutos a través de un solo lado. El miedo siempre estará allí donde deba estar. Se trata de una lucha intensa contra el fuego que se destila en tu interior. No lo apagues, pero aprende a no quemarte. Miedo, miedo, miedo…¿aún tienes miedo?

viernes, 23 de enero de 2009

Una noche más


Vuelta al dolor


Ayer soñé que me elevaba por encima de las dudas y las esquinas rotas. Podía ver desde lo alto, los tantos caminos que había dejado atrás. Los miles de pasos empolvados eran ya cosa del pasado. Los llantos desmedidos y los golpes insensatos no volverían jamás. Estaba tan alto que nada podía alcanzarme. Acepto que por momentos tenía miedo de volar tan alto, pero sentía que estabas junto a mí. Que tus manos eran las mías y tus ojos me conducían a nuevos aires.

He soñado esto, después de las largas batallas tormentosas que me arrastraron por las espinas dolientes a las que tanto temo. Luego de vencer –o al menos creer hacerlo- a los fantasmas del pasado escondidos en mil recuerdos, en mil espacios, en mil veces llorar y gritar con dolor, con dolores espasmódicos y siniestros.

Tras las incesantes tirrias emanadas de las profundas heridas que han acompañado mis gestos, creía haber sobrevivido al fuego vertido entre mis venas. Pude sentir la calma quieta en mis latidos y la respiración solía estar segura. Todo estaba sosegado y hasta podía ver entre la llanura, en el espesor de los albores de la vida, nuevas formas de creer y amar.

Ahora, me he despertado, casi de golpe. No era cierto. Aquello de volar fue una estúpida ilusión trepidante. Salté de la cama y corrí hacia el espejo más cercano. Mis mejillas siguen golpeadas y mis manos cortadas. Sigo temblando y las lágrimas inundan este lugar. Los demonios siguen burlándose de mí. Siguen creyendo que me tienen y que pueden desdibujar mis esperanzas. Me has dejado otra vez. Me has soltado y he caído aun más fuerte que antes. La profundidad de este pozo no tiene fin.

Las llagas siguen abiertas. Crei curarme y correr junto a ti, pero me has dejado. ¡Me has dejado! ¡Me has dejado! La sangre caliente atrofia mi razón y me empuja a herirte, pues tú lo has hecho. No fue real. He vuelto a maldecir las horas pasadas y ha mentirme para no morir, aún.

martes, 20 de enero de 2009

No temas, no iré muy lejos


Espérame una vez más


Cierra tus ojitos. Cierra los parpados. Descansa lentamente sobre mis suspiros. No te apures en volver que pronto será diferente. No agites tus labios, no es necesario. Prometo quedarme en silencio hasta que el tiempo se vaya, hasta que las ventanas dejen de abrirse. Entonces podré contarte a solas el misterio de la melodía que compuse para tí. La misma que compuse hace ya varias semanas. Espera un poco más. Te ves tan linda.


Siente entre tus latidos el sonido de los recuerdos que han quedado atrapados en tus mejillas y luego cuéntame como te fue aquella noche que huiste de casa para mojarte bajo la lluvia y esperar por mi. Pero recuerda que no debes apurarte. Quédate un instante más, deja que dibuje tus formas y que atrape en versos, tus gestos y los vaivenes de tus manos.


Bajaré la voz un poco más, me quedaré en silencio eterno si es preciso, pero no salgas por el umbral. Deja que las sombras se deshagan en la estridencia de la rutina. No te molestes en ir a ver que sucede en las calles aledañas. Todo está como siempre, yo me cercioré la última vez y nada ha cambiado desde entonces. Tan solo déjate caer, no permitas que la calma se desvanezca. Tómame de la mano. Solo haz eso.


¡Que las tormentas cedan a la tarde naranja que se pone tras la colina! Solo así iremos hasta la puerta para ver pasar juntos los instantes vividos y los segundos que vendrán. Sé que no has olvidado los dibujos que hice para ti y que los escondí justamente en aquella colina a la que solías correr cuando niña. Pero esta vez solo yo iré hasta aquel lugar mientras tú mantienes los labios inmóviles hasta mi regreso. No temas, no iré muy lejos. Volveré pronto.


Y traeré conmigo las hojas de otoño para tus cabellos y traeré conmigo las montañas de ilusiones que alguna vez construiste para mí. También traeré las luciérnagas que me marcarán el camino de vuelta. Cuando parta, cerraré la puerta y también tu vestido ligero. Cuando vuelva, abriré las entradas y tu vestido. ¿Sonríes cuando digo eso? Pues ya verás que será así.

Pero esta vez quédate. No te muevas, no muevas los lazos que dejé en tus hombros. No te apures en soñar, tan solo deja latir cada parte de tus entrañas. Suelta los recuerdos anidados entre mil rincones y busca aquellas luces que alguna vez hicieron el camino hasta aquí.


Pero al instante –luego de volver la mirada- aparecen frente a mí, luces de colores, malditas imágenes entre mil recuerdos, entre mil caminos siguen detrás de mis jadeos. Apuran el paso y me hacen tropezar. Me cogen, me elevan, me mantienen en espacios siderales extraños. Mil volteretas trastornan la dirección de mis fluidos sanguíneos, mientras las dudas entre lo fantástico y las barreras de no pasar se rompen a mis pies y se tornan en coágulos de gotas viscosas.


Solo busco tus manos y tus mejillas para salir de esta vorágine y romper el cerco que nos ata a este lugar. Pero ya no estás. Dejaste los instantes por vivir y no me esperaste. Ni los lazos ni tu vestido están aquí. Me has dejado. ¿Había acaso algún motivo? El frío me sacudirá, no podré hacerlo sin ti. ¿Me oyes? Sé que me oyes…


(Miles de risas inundan el lugar y al final solo un estrepitoso sonido pone final a lo extraño de este relato).

domingo, 11 de enero de 2009

Párpados cansados




Juegos de insomnio




Medianoche. En medio del silencio absorbente y los párpados cansados. Medianoche de grillos y sonido de carros a lo lejos. Sentado sobre mis ideas, una vez más llenando los vacíos que dejan huella en mis manos. Haciendo lo de siempre. Monotonía y repeticiones incesantes de letras. Siempre me quejo de lo mismo y lo mismo suelo hacer. Estas paredes literarias no me dejan salir. No me permiten apoyarme sobre la rigurosidad de la visión objetiva de una nota informativa.



Estribillos punzantes merodean mis sentidos. Empiezo a percibir sombras extrañas a mi lado, que me tocan y juegan con sus cuerpos. Escucho el susurro de sus latidos y creo perder la razón. El sueño que ha atrapado mi rostro se desdibuja con el pasar de los minutos. Creo que al menos esta es una crónica confusa de lo que sucede en este preciso momento.



Los vidrios que dan a la calle parecen derretirse y colmarse de neblina espesa. Y ya no puedo ver lo que sucede afuera. El tipo del cigarrillo ya se marchó y ha dejado paso al coro de murmullos que recorre la vieja esquina. Las tiendas han cerrado y ya no hay tiempo para más. Por alguna extraña razón sigo aquí derramando lo que no puedo llevarme a la cama. Haciéndote cómplice de mis juegos de insomnio. Jugando a mil laberintos sin faunos.



Sentado, aburrido. Sentado, aburrido. Sentado, aburrido y hastiado hasta los rincones de mis mejillas. Barullos extraños embriagan las sombras mientras pierdo la ilación del inicio de esta historia. ¿Alguien sabe a qué hora amanece por aquí? Desearía tener una larga escalera de soga que me permita escapar hacia el vacío. Hacia la siguiente avenida donde pululan sórdidas mujeres desvestidas entre mil espejos.



Medianoche. Un poco más de medianoche, en realidad y, parece suceder conmigo. Salvo el estío interior, nada perturba la intranquilidad de los minutos siguientes. Si pudieras estar aquí conmigo, sería diferente. Si pudieras estar aquí conmigo, sería diferente. Si pudieras estar aquí conmigo, seria diferente. Si pudieras estar aquí conmigo en vez de estar leyendo lo absurdo de mis sueños, todo sería distinto.



Definitivamente sé que nadie vendrá a verme. Nadie se acuerda de mi más que en las frases rimbombantes que destilan mi garganta. Entonces una vez más debo volver a la cama, allí donde nada pasa, allí donde acaba el mundo, allí donde todo se agita y nadie está a salvo. Allí debo ir.

Lo aquí vertido puede reflejar lo trágico de un instante de la noche donde se pierde las ganas de cerrar la conciencia. Solo quise perder el tiempo (y el tuyo) en tontas líneas acerca de algún segundo no vivido y de algún sueño perdido en algún lugar de mi habitación. Nada más. Nada más que decir. Mañana me inventaré otros mundos que surcaré. ¿Aún me acompañarás?