
Cuando vi a una persona morir
Doy vueltas, mil vueltas al compás del tic-tac del reloj de pared que no se cansa de seguir adelante. Transcurren los minutos y ya han pasado varios días. Hace más de media hora que han pasado muchos días y la angustia sigue en mi garganta.
Aquí conmigo hay muchas personas a las que no volteo a mirar mas que de reojo, pues temo ver sus expresiones cuando vean la mía. Aquí conmigo hay cientos de murmullos y algunos llantos que a media voz anuncian lo inevitable. Aquí, afuera en el pasillo de este lúgubre lugar de blanco, con aromas extraños que me producen escalofríos, estoy con tanta soledad, con tanta sed de sed y con tanta desesperación de no saber que sucede contigo.
Allí dentro, estas tú. Estas tú y nadie más. Aún no me perdono haberte dejado sola en aquella camilla, sola frente al tipo ese de blanco que con mirada negativa se posaba sobre ti. A puertas cerradas te tiene, lejos de nosotros, lejos de mi, sin saber que sucederá cuando salga ha darnos la noticia.
Cuando por fin se abre aquella puerta y sale el mismo tipo de blanco, veo que se dirige hacia doña María, tu madre, a quien le coge el hombro y agacha la mirada. Ella rompe en llanto y se desploma. Todo esto para mi sucede en cámara lenta, como en las películas que irónicamente acostumbrábamos a ver. Yo solo atino a voltear la mirada a la habitación y correr hacia ti. El tramo que recorrí fue eterno, pero llegué hasta donde te hallabas.
El sudor casi empañaba mi mente y mis ojos, pero aún así tomo tus gélidas manos y observo tu pálido rostro. Acerco mis labios a tu frente y me sonríes como siempre. Tu rostro pálido denota mucho cansancio pequeña, pero sé que todo pasará. Sabes que al final todo saldrá bien.
Pero apresúrate en despertar, que afuera ya se impacientan. Abre esos ojitos dormilona. ¡Vamos! Niña, ya deja de soñar que al salir de aquí nos esperan tantas cosas por recorrer y por caminar tomados de la mano, con en los poemas que solía escribirte, ¿recuerdas?
Yo no sé porque afuera hay mucho llanto. Dicen que te fuiste, pero que tontos ¿verdad?, si estas aquí conmigo, yo te tengo entre mis brazos y para que nadie nos moleste he cerrado la puerta con el seguro, pues ya verá ellos que saldrás de aquí con una gran sonrisa y nos echaremos a reír de lo bello que es la vida. No tardes linda, el tiempo pasa y ya estuve buen rato esperando. ¿Y si te doy el beso mágico que te di la primera vez cuando rompí el hielo de tu timidez? A lo mejor esta vez también funciona. Pero debes responderme. Tienes que hacerlo, deja de dormir, ya despierta.
No hagas caso de lo que dicen afuera, tú estas más que linda que nunca, solo debes quitarte esta extraña ropa y ponerte la que siempre te ha gustado. Hoy te traje las flores que más te gustan y prometo comprarte la muñeca de los rizos dorados y la faldita a cuadritos que vimos hace unos días en el escaparate de aquella avenida. Pero todo esto lo haremos si tú tomas un poco de aire y te pones de pie.
Mis manos tiemblan y mi falta la respiración, no sé lo que me sucede, pero sé que tú no me has dejado, no me has dejado, no me has dejado. No lo harías, teníamos tantos sueños. Tú estás aquí y yo te sacaré. ¿Oyes los golpes a la puerta? Han de ser tus padres, pero eso no importa, yo me quedaré aquí contigo hasta que despiertes y saldremos juntos, como siempre, como siempre y para siempre.
Doy vueltas, mil vueltas al compás del tic-tac del reloj de pared que no se cansa de seguir adelante. Transcurren los minutos y ya han pasado varios días. Hace más de media hora que han pasado muchos días y la angustia sigue en mi garganta.
Aquí conmigo hay muchas personas a las que no volteo a mirar mas que de reojo, pues temo ver sus expresiones cuando vean la mía. Aquí conmigo hay cientos de murmullos y algunos llantos que a media voz anuncian lo inevitable. Aquí, afuera en el pasillo de este lúgubre lugar de blanco, con aromas extraños que me producen escalofríos, estoy con tanta soledad, con tanta sed de sed y con tanta desesperación de no saber que sucede contigo.
Allí dentro, estas tú. Estas tú y nadie más. Aún no me perdono haberte dejado sola en aquella camilla, sola frente al tipo ese de blanco que con mirada negativa se posaba sobre ti. A puertas cerradas te tiene, lejos de nosotros, lejos de mi, sin saber que sucederá cuando salga ha darnos la noticia.
Cuando por fin se abre aquella puerta y sale el mismo tipo de blanco, veo que se dirige hacia doña María, tu madre, a quien le coge el hombro y agacha la mirada. Ella rompe en llanto y se desploma. Todo esto para mi sucede en cámara lenta, como en las películas que irónicamente acostumbrábamos a ver. Yo solo atino a voltear la mirada a la habitación y correr hacia ti. El tramo que recorrí fue eterno, pero llegué hasta donde te hallabas.
El sudor casi empañaba mi mente y mis ojos, pero aún así tomo tus gélidas manos y observo tu pálido rostro. Acerco mis labios a tu frente y me sonríes como siempre. Tu rostro pálido denota mucho cansancio pequeña, pero sé que todo pasará. Sabes que al final todo saldrá bien.
Pero apresúrate en despertar, que afuera ya se impacientan. Abre esos ojitos dormilona. ¡Vamos! Niña, ya deja de soñar que al salir de aquí nos esperan tantas cosas por recorrer y por caminar tomados de la mano, con en los poemas que solía escribirte, ¿recuerdas?
Yo no sé porque afuera hay mucho llanto. Dicen que te fuiste, pero que tontos ¿verdad?, si estas aquí conmigo, yo te tengo entre mis brazos y para que nadie nos moleste he cerrado la puerta con el seguro, pues ya verá ellos que saldrás de aquí con una gran sonrisa y nos echaremos a reír de lo bello que es la vida. No tardes linda, el tiempo pasa y ya estuve buen rato esperando. ¿Y si te doy el beso mágico que te di la primera vez cuando rompí el hielo de tu timidez? A lo mejor esta vez también funciona. Pero debes responderme. Tienes que hacerlo, deja de dormir, ya despierta.
No hagas caso de lo que dicen afuera, tú estas más que linda que nunca, solo debes quitarte esta extraña ropa y ponerte la que siempre te ha gustado. Hoy te traje las flores que más te gustan y prometo comprarte la muñeca de los rizos dorados y la faldita a cuadritos que vimos hace unos días en el escaparate de aquella avenida. Pero todo esto lo haremos si tú tomas un poco de aire y te pones de pie.
Mis manos tiemblan y mi falta la respiración, no sé lo que me sucede, pero sé que tú no me has dejado, no me has dejado, no me has dejado. No lo harías, teníamos tantos sueños. Tú estás aquí y yo te sacaré. ¿Oyes los golpes a la puerta? Han de ser tus padres, pero eso no importa, yo me quedaré aquí contigo hasta que despiertes y saldremos juntos, como siempre, como siempre y para siempre.

No hay comentarios:
Publicar un comentario